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PRIMERA PARTE: DE EGIPTO AL SINAÍ
Los hebreos se multiplican en Egipto
1 Estos son los nombres de los hijos de Israel que llegaron con Jacob a Egipto, cada uno con su familia: 2 Rubén, Simeón, Leví, Judá, 3 Isacar, Zabulón, Benjamín, 4 Dan, Neftalí, Gad y Aser. 5 El número de estos descendientes de Jacob era de setenta personas. Además José, que estaba ya en Egipto.
6 Murió José, y también sus hermanos y toda aquella generación, 7 mientras los hijos de Israel seguían siendo muy fecundos. Se multiplicaban y se hacían fuertes, llegando a ser tan numerosos que los había en todo el país.
Los egipcios someten a esclavitud a los hebreos
8 Entró a gobernar en Egipto un nuevo rey, que no sabía nada de José, y dijo a su pueblo: 9 «Miren que los hijos de Israel forman un pueblo más numeroso y fuerte que nosotros. 10 Tomemos precauciones contra él para que no siga multiplicándose, no vaya a suceder, que si estalla una guerra, se una a nuestros enemigos para luchar contra nosotros y escapar del país.» 11 Les pusieron entonces capataces a los israelitas, para sobrecargarlos con duros trabajos. Edificaron así para Faraón las ciudades de almacenamiento: Pitom y Ramsés. 12 Pero cuanto más los oprimían, tanto más crecían y se multiplicaban, de tal modo que la gente ya no soportaba a los israelitas.
13 Los egipcios trataron con brutalidad a los Israelitas y los redujeron a esclavitud. 14 Les amargaron la vida con duros trabajos de arcilla y ladrillos, con toda clase de labores campesinas y toda clase de servidumbres que les imponían por la fuerza.
15 Luego el rey de Egipto se dirigió a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifrá y la otra Púa; les dijo: 16 «Cuando asistan a las hebreas, y ellas se pongan de cuclillas sobre las dos piedras, fíjense bien: si es niño, háganlo morir; y si es niña, déjenla con vida.» 17 Pero las parteras temían a Dios, y no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaron con vida a los niños. 18 Entonces el rey llamó a las parteras y les dijo: «¿Por qué han actuado así, dejando con vida a los niños?» 19 Las parteras respondieron: «Es que las mujeres hebreas no son como las egipcias. Son más robustas y dan a luz antes de que llegue la partera.» 20 Dios estaba con las parteras, así que el pueblo creció y llegó a ser muy fuerte; 21 y a las parteras, por haber temido a Dios, les concedió numerosa descendencia.
22 Entonces Faraón dio esta orden a todo el pueblo: «Echen al río a todo niño nacido de los hebreos, pero a las niñas déjenlas con vida.»
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Moisés salvado de las aguas
1 Un hombre de la tribu de Leví se casó con una mujer de la misma tribu. 2 La mujer quedó esperando y dio a luz un hijo, y viendo que era hermoso, lo tuvo escondido durante tres meses. 3 Como no podía ocultarlo por más tiempo, tomó un canasto de papiro, lo recubrió con alquitrán y brea, metió en él al niño y lo puso entre los juncos, a la orilla del río Nilo. 4 La hermana del niño se quedó a cierta distancia para ver lo que le pasaba.
5 En eso bajó la hija de Faraón al Nilo, y se bañó mientras sus sirvientas se paseaban por la orilla del río. Al divisar el canasto entre los juncos, envió a una criada a buscarlo. 6 Lo abrió y vio que era un niño que lloraba. Se compadeció de él y exclamó: «¡Es un niño de los hebreos!» 7 Entonces la hermana dijo a la hija de Faraón: «Si quieres, yo buscaré entre las hebreas, y me pondré al habla con una nodriza para que te críe este niño.» 8 «¡Ve!», le contestó la hija de Faraón.
9 Así que la joven fue y llamó a la madre del niño. La hija de Faraón le dijo: «Toma este niño y críamelo, que yo te pagaré.» Y la mujer tomó al niñito para criarlo. 10 Habiendo crecido el niño, ella lo llevó a la hija de Faraón, y pasó a ser para ella como su hijo propio. Ella lo llamó Moisés, pues, dijo, «lo he sacado de las aguas.»
Moisés descubre a su pueblo
11 Tiempo después, siendo Moisés ya mayor, se preocupó por sus hermanos y entonces fue cuando comprobó sus penosos trabajos. Le tocó ver cómo un egipcio golpeaba a un hebreo, a uno de sus hermanos. 12 Miró a uno y otro lado, y como no viera a nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena.
13 Al día siguiente salió de nuevo, y esta vez dos hebreos estaban peleando. Moisés dijo al culpable: «¿Por qué le pegas a tu compañero?» 14 Y él le contestó: «¿Quién te ha puesto de jefe y juez sobre nosotros? ¿Y por qué no me matas como mataste al egipcio?» Moisés tuvo miedo, pues pensó: «Este asunto ya se sabe.»
15 De hecho, le llegó la noticia a Faraón y buscó a Moisés para matarlo, pero Moisés huyó de la presencia de Faraón y se fue a vivir al país de Madián. Allí se sentó junto a un pozo.
Estadía de Moisés en Madián
16 Vinieron una niñas para sacar agua, eran las siete hijas de un sacerdote de Madián. Como llenaran las piletas para dar de beber a las ovejas de su padre, 17 llegaron unos pastores y las echaron. Entonces Moisés salió en su defensa, y dio de beber al rebaño.
18 Al volver ellas donde su padre Ragüel, éste les dijo: «¿Cómo es que hoy han venido tan pronto?» 19 Ellas contestaron: «Un egipcio nos ha defendido de los pastores y además nos sacó agua y dio de beber al rebaño.»
20 Ragüel preguntó: «¿Y dónde está? ¿Por qué no han traído aquí a ese hombre? Díganle que venga a comer.»
21 Moisés aceptó quedarse con aquel hombre, quien le dio por esposa a su hija Séfora. 22 Y como diera a luz un hijo, Moisés lo llamó Guersón, pues dijo: Soy forastero en tierra extraña.
La hora de Dios
23 Pasaron muchos años, murió el rey de Egipto y los israelitas se lamentaban bajo la esclavitud. Gritaron, y los gritos de auxilio de los esclavos llegaron a Dios.
24 Oyó Dios sus lamentos, y se acordó de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob.
25 Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció.
3
La zarza ardiendo
1 Moisés cuidaba las ovejas de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas muy lejos en el desierto y llegó al Horeb, el Cerro de Dios. 2 Entonces fue cuando el Ángel de Yavé se presentó a él, como una llama ardiente en medio de una zarza. Moisés estuvo observando: la zarza ardía, pero no se consumía. 3 Y se dijo: «Voy a dar una vuelta para mirar este fenómeno tan extraordinario: ¿ por qué la zarza no se consume?»
4 Yavé vio que Moisés se acercaba para mirar; Dios lo llamó de en medio de la zarza: «¡Moisés, Moisés!», y él respondió: «Aquí estoy.» 5 Yavé le dijo: «No te acerques más. Sácate tus sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada.»
6 Luego le dijo: «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.» Al instante Moisés se tapó la cara, porque tuvo miedo de que su mirada se fijara sobre Dios.
7 Yavé dijo: «He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he oído sus quejas cuando lo maltrataban sus mayordomos. Me he fijado en sus sufrimientos, 8 y he bajado, para librarlo del poder de los egipcios y para hacerlo subir de aquí a un país grande y fértil, a una tierra que mana leche y miel, al territorio de los cananeos, de los heteos, de los amorreos, los fereceos, los jeveos y los jebuseos. 9 El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto cómo los egipcios los oprimen.
10 Ve, pues, yo te envío a Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel.»
11 Moisés dijo a Dios: «¿Quién soy yo para ir donde Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?» 12 Dios respondió: «Yo estoy contigo, y ésta será para ti la señal de que yo te he enviado: Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto, ustedes vendrán a darme culto en este monte.»
13 Moisés contestó a Dios: «Si voy a los hijos de Israel y les digo que el Dios de sus padres me envía a ellos, si me preguntan: ¿Cuál es su nombre?, yo ¿qué les voy a responder?»
14 Dios dijo a Moisés: «Yo soy: YO-SOY.» «Así dirás al pueblo de Israel: YO-SOY me ha enviado a ustedes. 15 Y también les dirás: YAVÉ, el Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado. Este será mi nombre para siempre, y con este nombre me invocarán de generación en generación.»
Moisés es enviado como liberador
16 Ve y reúne a los jefes de Israel, y les dirás: «Yavé, el Dios de sus padres, se me apareció; el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob me ha dicho: Ahora voy a pedir cuentas debido a todo lo que a ustedes les están haciendo en Egipto. 17 He decidido sacarlos de esta opresión en Egipto y trasladarlos a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, de los heteos, de los amorreos, los fereceos, los jeveos y los jebuseos.
18 Los jefes de Israel te harán caso y, con ellos te presentarás al rey de Egipto. Tú le dirás: El Dios de los hebreos, Yavé, nos salió al encuentro: deja que nos alejemos a tres días de marcha en el desierto, para ofrecer sacrificios a Yavé, nuestro Dios.
19 Yo ya sé que el rey de los egipcios no los dejará ir, si no es obligado por la fuerza. 20 Por esto yo extenderé mi mano y azotaré a Egipto con toda clase de males extraordinarios, de manera que él mismo los echará fuera.
21 Y haré que este pueblo se gane el favor de los egipcios de modo que, al salir, no se marchen con las manos vacías. 22 Cada mujer pida a su vecina o a la persona que comparte su casa objetos de plata y oro y también vestidos; sus hijos e hijas se los pondrán, y así dejarán sin nada a los egipcios.»
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Moisés recibe el don de los milagros
1 Moisés respondió a Yavé: «No me van a creer, ni querrán escucharme, sino que dirán: ¡Cómo que se te ha aparecido Yavé!»
2 Entonces Yavé le dijo: «¿Qué es lo que tienes en la mano?» «Un bastón», le respondió él. 3 Dijo Yavé: «Tíralo al suelo.» Lo tiró al suelo, y se convirtió en una serpiente: Moisés dio un salto atrás. 4 Yavé entonces le dijo: «¡Tómala por la cola con tu mano!» Moisés la agarró, y volvió a ser un bastón en su mano. 5 «Con esto –le dijo Yavé– podrán creer que se te ha aparecido el Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y de Jacob.»
6 Otra vez Yavé le dijo: «Mete la mano en tu pecho.» Lo hizo, y la sacó cubierta de lepra, blanca como la nieve. 7 «Vuelve a meter tu mano en el pecho.» Lo hizo y, al sacarla, su mano estaba tan sana como el resto de su cuerpo.
8 «Si no te creen –le dijo Yavé– y no los convence el primer prodigio, te creerán con el segundo. 9 Y si no creen todavía con los dos prodigios y no te hacen caso, toma agua del río y derrámala; en cuanto toque el suelo, el agua del río se convertirá en sangre.»
Aarón, intérprete de Moisés
10 Moisés dijo a Yavé: «Mira, Señor, que yo nunca he tenido facilidad para hablar, y no me ha ido mejor desde que hablas a tu servidor: soy torpe de boca y de lengua.»
11 Le respondió Yavé: «¿Quién ha dado la boca al hombre? ¿Quién hace que uno hable y otro no? 12 ¿Quién hace que uno vea y que el otro sea ciego o sordo? ¿No soy yo, Yavé? 13 Anda ya, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que tienes que decir.»
14 Pero él insistió: «Por favor, Señor, ¿por qué no mandas a otro?» Esta vez Yavé se enojó con Moisés y le dijo: «¿No tienes a tu hermano Aarón, el levita? Bien sé yo que a él no le faltan las palabras. 15 Y precisamente ha salido de viaje en busca tuya y, al verte, se alegrará mucho. Tú le hablarás y se lo enseñarás de memoria; 16 yo les enseñaré lo que tienen que hacer, porque estaré en tu boca y en la suya. 17 Aarón hablará por ti igual que un profeta habla por su Dios, y tú, con este bastón en la mano, harás milagros.»
Moisés vuelve a Egipto
18 Yavé dijo a Moisés, en el país de Madián: «Regresa a Egipto, pues ya murieron los que querían tu muerte.»
19 Moisés, pues, volvió a casa de su suegro Jetró y le dijo: «Yo quisiera irme donde mis hermanos, en Egipto, para saber si están vivos todavía.» Jetró le respondió: «Que te vaya bien.» 20 Tomó Moisés a su esposa y a sus hijos. Los hizo montar en un burro y partió para Egipto, llevando en la mano el bastón divino.
21 Yavé le dijo, asimismo: «Cuando regreses a Egipto, harás delante de Faraón todos los prodigios para los cuales te he dado poder. Pero yo haré que se ponga porfiado y no dejará partir a mi pueblo. 22 Tú entonces le dirás: Esto dice Yavé: Israel es mi hijo primogénito. 23 Ya te dije: Deja partir a mi hijo, para que me rinda culto. Pero tú no lo has dejado que salga, y yo voy a quitar la vida a tu hijo primogénito.»
24 Cuando Moisés iba de camino, el Ángel de Yavé se le presentó en el lugar donde pasaba la noche, con intención de quitarle la vida. 25 Tomó entonces Séfora un cuchillo de piedra y, cortando el prepucio de su hijo, tocó con él los pies de Moisés. Luego dijo: «Tú eres para mí un esposo de sangre.»
26 El Ángel lo dejó. Ella había dicho estas palabras, «esposo de sangre», a causa de la circuncisión.
Moisés y Aarón son aceptados por los israelitas
27 Mientras tanto, Yavé había dicho a Aarón: «Sal al encuentro de Moisés, en el desierto.» Así que partió Aarón, lo encontró en el Monte de Dios y lo besó. 28 Moisés contó a Aarón todas las palabras que Yavé le había dirigido y los prodigios que le había enseñado. 29 Moisés y Aarón, pues, partieron juntos a Egipto, donde reunieron a todos los jefes de los hijos de Israel. 30 Aarón les comunicó todo lo que Yavé había dicho a su hermano Moisés; y éste hizo los prodigios delante de todo el pueblo. 31 El pueblo creyó; comprendieron que Yavé había visto sus humillaciones y venía a visitar a los hijos de Israel. Postrados en tierra, adoraron.
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Moisés habla a Faraón
1 Después de eso Moisés y Aarón fueron a decir a Faraón: «Así dice Yavé, el Dios de Israel: Deja que mi pueblo salga al desierto para celebrar mi fiesta.»
2 Respondió Faraón: «¿Quién es Yavé para que yo le haga caso y deje salir a Israel? No conozco a Yavé y no dejaré salir a Israel.» 3 Ellos dijeron: «El Dios de los hebreos nos ha salido al encuentro. Permite que vayamos al desierto a tres días de camino. Allá ofreceremos sacrificios a Yavé, nuestro Dios, no sea que nos castigue con peste o espada.»
4 El rey de Egipto les dijo: «Ustedes, Moisés y Aarón, ¿por qué ponen trabas a los que trabajan? Vuelvan a sus tareas.» 5 Faraón añadió: «Este pueblo ahora es más numeroso que la gente del país y ¿ustedes quieren que interrumpa sus trabajos?»
6 Aquel mismo día Faraón dio la siguiente orden a los capataces del pueblo y a los inspectores israelitas: 7 «Ya no darán paja al pueblo para hacer ladrillos, como lo hacían antes. Que vayan ellos mismos a recoger la paja. 8 Pero les exigirán la misma cantidad de ladrillos que hacían antes, sin disminuir ni uno solo. Son unos flojos, y por eso vienen aquí con sus gritos: ¡Déjanos salir! ¡Tenemos que sacrificar a nuestro Dios! 9 Denles más trabajo y que no flojeen, y ya no se prestarán para estas tonterías.»
Primeras dificultades
10 Los capataces, pues, junto con sus inspectores israelitas, apuraron al pueblo: «Así dice Faraón: No les daré más paja. 11 Vayan ustedes mismos a buscarla donde la encuentren. Pero la producción tendrá que ser la misma de antes.»
12 El pueblo recorría todo el país de Egipto en busca de paja para machacar. 13 Tenían encima a sus capataces que les decían: «Cumplan su tarea, la misma cantidad diaria que cuando se les daba paja.» 14 Los inspectores israelitas que se habían colocado al frente del pueblo fueron castigados, pues se les dijo: «¿Por qué ni ayer ni hoy han respetado las normas sobre la cantidad de ladrillos? Debía ser la misma de antes.»
15 Los inspectores israelitas fueron a quejarse a Faraón y le dijeron: «¿Por qué tratas así a tus siervos? 16 No dan paja a tus servidores y nos piden ladrillos; y ahora nos golpean cuando el culpable es tu pueblo.» 17 El respondió: «¡Flojos y más que flojos! Por esa razón me piden ir a sacrificar a Yavé. 18 Vuelvan a sus trabajos. No se les dará paja, y tendrán que entregar la cantidad de ladrillos.»
19 Los inspectores israelitas, pues, tuvieron que enfrentarse con el pueblo y decirle: No se les quitará nada de la cantidad diaria. 20 Al salir de la casa de Faraón se encontraron con Moisés y Aarón, que los esperaban, 21 y les dijeron: «Que Yavé examine y juzgue. Por culpa de ustedes Faraón y sus capataces nos han tomado odio. Ustedes han puesto la espada en sus manos para matarnos.»
22 Se volvió entonces Moisés hacia Yavé y dijo: «Señor mío, ¿por qué maltratas a tu pueblo?, ¿por qué me has enviado? 23 Pues desde que me presenté a Faraón y le hablé en tu nombre, está maltratando a tu pueblo, y Tú no haces nada para librarlo.»
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1 Yavé respondió a Moisés: «Ahora verás lo que voy a hacer con Faraón. Yo seré más fuerte que él, y no sólo los dejará partir, sino que él mismo los echará de su tierra.»
Otro relato del llamado de Moisés
2 Dios habló a Moisés, le dijo: «¡Yo soy Yavé! 3 Me di a conocer a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios de las Alturas, pues no quise revelarles este nombre mío: Yavé. 4 También pacté mi alianza con ellos para darles la tierra de Canaán, la tierra en donde estuvieron como peregrinos. 5 Ahora me acuerdo de mi alianza al oír los gemidos de los hijos de Israel oprimidos por los egipcios. 6 Por lo tanto, diles de mi parte: Yo soy Yavé, que quitaré de sus espaldas los duros trabajos de Egipto y los liberaré de la esclavitud. Yo les devolveré la libertad con golpes tremendos de mi mano y con intervenciones manifiestas.
7 Haré de ustedes mi pueblo y seré su Dios; y en adelante sabrán que yo soy Yavé, Dios de ustedes, que quité de sus espaldas el yugo de Egipto. 8 Yo los introduciré en la tierra que con juramento prometí darles a Abraham, a Isaac y a Jacob y se la daré como herencia, pues yo soy Yavé.»
9 Así habló Moisés a los hijos de Israel, pero no le hicieron caso, porque estaban desanimados y agobiados por sus duras labores.
10 Yavé habló a Moisés: «Ve a hablar a Faraón, rey de Egipto, 11 y dile que deje salir de su país a los hijos de Israel.» 12 Pero Moisés contestó: «Si los hijos de Israel no me hacen caso, ¿cómo me escuchará Faraón, que soy tan torpe de palabra? 13 Eso no obstante, Yavé habló a Moisés y a Aarón y los dio encargo para los hijos de Israel, y también para Faraón, para sacar a su pueblo del país de Egipto.
Antepasados de Moisés y Aarón
14 Estos son los jefes de las tribus: Hijos de Rubén, primogénito de Israel: Janoc y Falu, Jesrón y Carmi. Estas son las familias descendientes de Rubén.
15 Hijos de Simeón: Jamuel, Jasmín, Ahod y Jaguen, Sojar y Saúl, hijo de una cananea. Estas son las familias de Simeón.
16 Estos son los hijos de Leví: Guersón, Quehat y Merari. Leví vivió ciento treinta y siete años.
17 Hijos de Guersón: Lobni y Semeí con sus descendientes.
18 Hijos de Quehat: Amram y Jishar, Hebrón y Oziel. Quehat vivió ciento treinta y tres años.
19 Hijos de Merari: Majli y Musi. Estos son los descendientes de Leví según sus familias.
20 Amram se casó con su tía Yocabed, la cual le dio dos hijos: Aarón y Moisés. Amram vivió ciento treinta y siete años.
21 Los hijos de Jishar fueron: Coré, Nefeg y Zicrí. 22 Los de Oziel: Misael, Elisafán y Sitri.
23 Aarón se casó con Elisabet, hija de Aminadab, hermana de Najasón, de la que tuvo cuatro hijos: Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar.
24 Los hijos de Coré: Aser, Elcana y Abiasat. Estas son las familias de los coreítas.
25 Eleazar, hijo de Aarón, se casó con una de las hijas de Futiel, con quien tuvo un hijo: Finjas. Estos son los jefes de las familias levitas, según sus familias.
26 Estos son Aarón y Moisés, a los que se dirigió Yavé para sacar a los hijos de Israel de Egipto, ordenados como un ejército.
27 Estos son los que hablaron a Faraón, rey de Egipto, para sacar de Egipto a los hijos de Israel.
Estos son Moisés y Aarón
28 El día que Yavé habló a Moisés en el país de Egipto, 29 le dijo: «Yo soy Yavé; dile a Faraón todas las cosas que yo te mande.» 30 A lo cual respondió Moisés: «¿Cómo me escuchará Faraón, siendo yo tan malo para hablar?».
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Anuncio de las plagas
1 Yavé dijo a Moisés: «Mira, te hago: un dios para Faraón, y Aarón, tu hermano, será tu profeta. 2 Tú le dirás todo lo que yo te mande y Aarón, tu hermano, hablará a Faraón para que deje salir de su país a los hijos de Israel. 3 Sin embargo, haré que se mantenga en su negativa y, por más que yo multiplique mis prodigios y milagros a costa de Egipto, 4 él no te hará caso. Yo, entonces, me enfrentaré con Egipto y con grandes castigos sacaré de Egipto a mis ejércitos, mi pueblo, los israelitas. 5 Así entenderán los egipcios que yo soy Yavé, cuando vean los golpes que les daré para sacar de su país a los hijos de Israel.»
6 Moisés y Aarón hicieron tal cual Yavé les había mandado. 7 Moisés tenía ochenta años y Aarón ochenta y tres cuando hablaron con Faraón.
8 Yavé advirtió a Moisés y a Aarón: «Si Faraón les pide algún signo o milagro, 9 tú dirás a Aarón que tome su bastón y lo lance delante de Faraón, y se cambiará en serpiente.»
10 Se presentaron Moisés y Aarón a Faraón, hicieron lo que Yavé les había ordenado, y, al echar el bastón delante de Faraón y de sus ministros, éste se convirtió en serpiente. 11 Faraón entonces llamó a sus sabios y brujos, los cuales hicieron algo semejante con sus fórmulas secretas; 12 arrojando todos ellos sus bastones, también se convirtieron en serpientes; pero el bastón de Aarón devoró a los de ellos.
13 Eso no obstante, Faraón se puso más duro y no escuchó a Moisés y a Aarón, como Yavé le había predicho.
Las plagas de Egipto
14 Yavé dijo a Moisés: «Faraón porfía en negarse a que salga el pueblo. 15 Ve a encontrarlo en la mañana, a la hora en que vaya a bañarse. Lo esperarás a la orilla del río, llevando en tu mano el bastón que se convirtió en serpiente. 16 Le dirás esto: «Yavé, el Dios de los hebreos, me ha mandado decirte que dejes salir a su pueblo, para que le rinda culto en el desierto. Pero hasta ahora no has escuchado. 17 Ahora, pues, Yavé dice: En esto conocerás que yo soy Yavé: voy a golpear el Nilo con mi bastón y las aguas se convertirán en sangre. 18 Los peces morirán, el río apestará y los egipcios tendrán asco de beber sus aguas.»
19 Yavé dijo a Moisés: «Di a Aarón: toma tu bastón y extiende tu mano sobre las aguas de los egipcios, sobre su río, sus canales, sus estanques, y sobre todos sus depósitos de aguas, y éstas se convertirán en sangre. Habrá sangre en toda la tierra de Egipto, hasta en las vasijas, tanto de madera como de piedra.» 20 Moisés y Aarón hicieron lo que Yavé les había mandado. Aarón levantó su bastón y golpeó las aguas en presencia de Faraón y de su gente, y todas las aguas del Nilo se convirtieron en sangre. 21 Los peces del río murieron y el río quedó contaminado, de tal manera que los egipcios no pudieron beber más agua del Nilo. Y hubo sangre en todo el país de Egipto. 22 Los brujos egipcios hicieron cosas semejantes con sus fórmulas secretas y Faraón se puso más porfiado todavía. Como Yavé lo había dicho, se negó a escuchar a Moisés y Aarón.
23 Faraón volvió a su casa como si no hubiera ocurrido nada importante. 24 Pero, mientras tanto, los egipcios tuvieron que cavar pozos en los alrededores del río en busca de agua potable, porque no podían beber del río.
Segunda plaga: ranas
25 Cuando ya habían transcurrido siete días después de que Yavé golpeó el río, 26 Yavé dijo a Moisés: «Preséntate a Faraón y dile de parte de Yavé: Deja salir a mi pueblo para que me rinda culto. 27 Si te niegas a dejarlos salir, castigaré a tu país con plaga de ranas. 28 El río pululará de ranas, que subirán y penetrarán en tu casa, en tu dormitorio, en tu cama, en la casa de tus servidores y de tu pueblo, en tus hornos y en tus provisiones. 29 Las ranas subirán contra ti, contra tu pueblo y contra todos tus servidores.»
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1 Yavé dijo a Moisés: «Dile a Aarón que extienda el bastón que tiene en su mano hacia los ríos, los esteros y las lagunas de Egipto, para que salgan ranas por todo el país de Egipto.» 2 Así lo hizo Aarón, y salieron tantas ranas que cubrieron todo el país de Egipto. 3 Los brujos de Egipto hicieron lo mismo, y también hicieron salir ranas por todo Egipto.
4 Entonces llamó Faraón a Moisés y a Aarón y les dijo: «Pidan a Yavé que aleje de mí y de mi país estas ranas, y yo dejaré que su pueblo salga para ofrecer sacrificios a Yavé.» 5 Moisés le contestó: «Indícame, por favor, cuándo tendré que rogar por ti, por tus servidores y tu pueblo, para que se alejen las ranas y queden sólo en el Nilo.» 6 Faraón respondió: «Mañana.» «Bien –dijo Moisés–, lo haré como tú pides, para que sepas que no hay nadie como Yavé, nuestro Dios. 7 Se alejarán las ranas de ti, de tus casas, de tu gente y de tu pueblo, y sólo quedarán en el río.» 8 Dicho esto, se fueron Moisés y Aarón. Moisés llamó a Yavé por el asunto de las ranas, ya que se había comprometido con Faraón, 9 y Yavé cumplió la promesa de Moisés: todas las ranas salieron de las casas, de las granjas y de los campos, y murieron. 10 Las reunían en montones, quedando el país apestado de mal olor. 11 Faraón, sin embargo, al ver que se le daba alivio, se puso más porfiado; no quiso escuchar a Moisés y a Aarón, tal como Yavé les había dicho.
Tercera plaga: los mosquitos
12 Nuevamente habló Yavé a Moisés: «Di a Aarón que golpee con su bastón el polvo de la tierra, y saldrán mosquitos por todo el país.» 13 Así lo hizo Aarón y con el bastón golpeó el polvo del suelo, que se convirtió en mosquitos, persiguiendo a hombres y animales. Todo el polvo del suelo se volvió mosquitos por todo el país de Egipto.
14 Los brujos de Egipto intervinieron también esta vez, y trataron de echar fuera a los mosquitos por medio de sus fórmulas secretas, pero no pudieron, de manera que los mosquitos siguieron persiguiendo a hombres y animales. 15 Entonces los brujos dijeron a Faraón: «Aquí está el dedo de Dios.» Pero Faraón se puso más porfiado y no quiso hacerles caso, tal como Yavé lo había dicho anteriormente.
Cuarta plaga: los tábanos
16 De nuevo Yavé dijo a Moisés: «Levántate temprano, preséntate a Faraón cuando vaya al río, y dile: Esto dice Yavé: Deja salir a mi pueblo para que me ofrezca sacrificios. 17 Si tú no lo envías, enviaré yo tábanos contra ti, tus servidores y tu pueblo e invadirán las habitaciones de los egipcios y todos los lugares donde viven. 18 Pondré a salvo, sin embargo, la región de Gosén, porque mi pueblo vive en ella; allí no habrá tábanos, a fin de que entiendas que yo, Yavé, estoy en aquella tierra. 19 Yo haré distinción entre mi pueblo y el tuyo, y esto sucederá mañana.»
20 Y así lo hizo Yavé. Densas nubes de tábanos invadieron la casa de Faraón y las de toda su gente en toda la tierra de Egipto. El país quedó infestado de ellos.
21 Entonces Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón para decirles: «Vayan a ofrecer sacrificios a Yavé, pero háganlo en este país.» 22 Moisés le contestó: «Esto no se puede, porque los egipcios no toleran estos sacrificios que ofrecemos a Yavé, nuestro Dios, y si sacrificamos a su vista los animales que ellos adoran, nos apedrearán; 23 tenemos que ir al desierto, a tres días de camino, para ofrecer sacrificios a nuestro Dios, de la manera que él nos ordene.»
24 Faraón respondió: «Yo los dejaré ir a ofrecer sacrificios a su Dios en el desierto con la condición de que no vayan muy lejos. Pero ustedes rueguen por mí.» 25 Moisés le dijo: «En cuanto salga, rogaré a Yavé por ti y, mañana, los tábanos se alejarán de ti, de tus servidores y de tu pueblo, pero no nos vayas a engañar después y te niegues a que salgamos al desierto.» 26 Apenas salió Moisés de la casa de Faraón, rogó a Yavé, 27 y Yavé cumplió la promesa de Moisés: liberó de los tábanos a Faraón, a sus servidores y su pueblo, sin que quedara uno solo. 28 Pero Faraón se puso porfiado una vez más y se negó a que Israel saliera de su país.
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Quinta plaga: la peste
1 Yavé dijo a Moisés: «Preséntate a Faraón y háblale: Esto dice Yavé, el Dios de los hebreos: Deja salir a mi pueblo para que me rinda culto. 2 Si te niegas otra vez y te pones duro con ellos, 3 volveré mi mano contra los animales de tus campos, de manera que habrá una peste maligna de los caballos, de los burros, de los camellos, de las vacas y ovejas. 4 También haré distinción entre el ganado de los egipcios y el de mi pueblo, de manera que no se perderá nada de lo que pertenece a los hijos de Israel.»
5 Yavé fijó el plazo, dijo: «Esto lo hará Yavé mañana por todo el país.» 6 Y Yavé lo hizo al día siguiente: murieron todos los animales pertenecientes a los egipcios, mientras que no murió ni uno siquiera de los que pertenecían a los israelitas. 7 Faraón se informó al respecto: ¡ninguno había muerto de los que pertenecían a Israel! Pero siguió en su ceguera y no dejó salir al pueblo.
Sexta plaga: las úlceras
8 Entonces Yavé dijo a Moisés y a Aarón: 9 «Tomen unos puñados de cenizas, que Moisés tirará hacia el cielo en presencia de Faraón. El polvo se esparcirá por todo el territorio de Egipto, provocando úlceras y tumores en hombres y animales por todo el país de Egipto.» 10 Tomaron, pues, cenizas de un horno, se presentaron a Faraón, y Moisés las lanzó hacia el cielo. Luego aparecieron úlceras y tumores infecciosos en hombres y animales.
11 Esta vez los brujos no pudieron presentarse delante de Faraón, pues tenían úlceras, como todos los demás egipcios. 12 Pero Yavé mantuvo a Faraón en su ceguera, y éste no quiso escuchar a Moisés y a Aarón, tal como él lo había advertido.
Séptima plaga: el granizo
13 De nuevo Yavé dijo a Moisés: «Levántate temprano, preséntate a Faraón y dile: Esto dice Yavé, Dios de los hebreos: Deja salir a mi pueblo para que me rinda culto. 14 Porque esta vez enviaré todas mis plagas sobre ti, tus servidores y tu pueblo, para que entiendas de una vez que no hay nadie como yo en toda la tierra.
15 Yo podría haber vuelto mi mano contra ti y tu pueblo, y habrían perdido la vida con semejante peste. 16 Pero no, preferí mantenerte de pie, para que veas mi fuerza y para que se celebre mi Nombre por toda la tierra. 17 ¿Y todavía te opones a que salga mi pueblo? 18 Pues bien, mañana a esta misma hora, haré llover una granizada tan fuerte como no ha habido otra en Egipto desde el día en que fue fundado hasta hoy. 19 Desde ahora, pues, manda recoger tu ganado y todo lo que tengas en el campo, porque el granizo caerá sobre todos los hombres y animales que se hallen fuera, y cuantos pille al descubierto perecerán.»
20 Aquellos servidores de Faraón que creyeron en la palabra de Yavé pusieron bajo techo a su gente y su ganado, 21 pero aquellos que no hicieron caso a la palabra de Yavé los dejaron en el campo.
22 Yavé, pues, dijo a Moisés: «Extiende tu mano hacia el cielo, para que caiga el granizo en toda la tierra de Egipto sobre hombres, ganados y sembrados.» 23 Así lo hizo Moisés. Extendió su bastón hacia el cielo, y Yavé mandó truenos y granizos. El fuego cayó y Yavé hizo llover granizos sobre el país de Egipto. 24 Caía el granizo y, junto a él, caía fuego; cayó tan fuerte como jamás se había visto desde que se fundó aquel país.
25 El granizo dañó todo cuanto había en el campo, en todo el país de Egipto, desde los hombres hasta los animales; el granizo echó a perder toda la hierba del campo y aun quebró todos los árboles del campo. 26 Pero no hubo granizada en la tierra de Gosén donde habitaban los israelitas.
27 Por fin, Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón y les dijo: «¡Ahora sí que tengo la culpa! Yavé es el justo; yo y mi pueblo somos los culpables. 28 Pidan a Yavé que cesen esos truenos tremendos y esa granizada, y ya no los detendré sino que los dejaré que se vayan.» 29 Moisés le respondió: «En cuanto salga de tu presencia extenderé mis manos hacia Yavé, y cesarán los truenos y no caerá más granizo; con eso comprenderás que Yavé es dueño de la tierra. 30 Pero yo sé que ni tú ni tus ministros querrán todavía obedecer a Dios.»
31 El lino y la cebada se perdieron: la cebada estaba espigada y el lino granaba; 32 pero el trigo y la escanda no fueron destruidos, por ser tardíos.
33 En cuanto Moisés entró en la ciudad, volviendo de la casa de Faraón, alzó sus brazos hacia Yavé; y cesaron los truenos y el granizo y no cayó más lluvia sobre la tierra. 34 Pero, al ver Faraón que habían cesado la lluvia y el granizo, volvió a pecar, 35 pues siguió negándose a que salieran los hijos de Israel, tal como Yavé lo había dicho.
10
Octava plaga: las langostas
1 Yavé dijo a Moisés: «Ve donde Faraón, porque he endurecido su corazón y el de sus ministros con el fin de realizar mis prodigios en medio de ellos. 2 Así podrás contar a tus hijos y a tus nietos cuántas veces he destrozado a los egipcios y cuántos prodigios he obrado contra ellos; así conocerán ustedes que yo soy Yavé.»
3 Moisés y Aarón fueron al palacio de Faraón, al que le dijeron: «Esto dice Yavé, Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo te negarás a humillarte ante mí? Deja que mi pueblo salga para ofrecerme sacrificios. 4 En caso contrario, si te niegas a que salgan, mañana mandaré langostas a tu país. 5 Cubrirán toda la superficie del país, de suerte que ya no se vea la tierra, y devorarán todo lo que a ustedes les queda, todo lo que no destrozó el granizo; y además roerán todos los árboles que tienen en el campo. 6 Llenarán tu casa, las de tus ministros y las de todo tu pueblo, en tal cantidad como no vieron tus padres ni los padres de tus padres, desde que poblaron el país hasta hoy.» Dicho esto, volvió las espaldas y dejó a Faraón.
7 Los servidores de Faraón le dijeron: «¿Hasta cuándo va a ser nuestra ruina este hombre? Deja salir a esa gente para que ofrezca sacrificios a su Dios. ¿No te das cuenta cómo está arruinado el país?»
8 Así que llamaron a Moisés y a Aarón ante Faraón, el cual les dijo: «Vayan y ofrezcan sacrificios a Yavé, el Dios de ustedes. Mas ¿quiénes van a ir?» 9 Respondió Moisés: «Saldremos con nuestros niños y ancianos, hijos e hijas, con nuestras ovejas y nuestros vacunos, porque para nosotros es la fiesta de Yavé.» 10 Faraón replicó: «¡Que Yavé los ayude! ¡Espérense que los voy a dejar partir con sus niños! ¡Se ve cuáles son sus malas intenciones! 11 De ninguna manera. Son los hombres los que irán para rendir culto a Yavé, si eso es lo que buscan.» En seguida fueron echados de la presencia de Faraón.
12 Yavé, entonces, dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto para que venga la langosta y devore toda la hierba del campo, todo lo que quedó después del granizo.» 13 Al extender Moisés su bastón sobre el país de Egipto, Yavé hizo que un viento del oriente soplara todo aquel día y aquella noche. Al amanecer, el viento del oriente había traído la langosta. 14 Invadieron Egipto y se desparramaron por todas las tierras en tal cantidad que nunca se habían visto tantas, ni jamás volverán a verse. Ocultaron la luz del sol y cubrieron todas las tierras; 15 devoraron toda la hierba del campo, y todos los frutos de los árboles que el granizo había dejado fueron devorados; no quedó nada verde en todo Egipto, ni de los árboles, ni de la hierba del campo.
16 Inmediatamente Faraón llamó a Moisés y a Aarón. Les dijo: «He pecado contra Yavé, el Dios de ustedes, y contra ustedes. 17 Ahora perdónenme mi pecado esta última vez, e intercedan por mí ante Dios para que aparte de nosotros esta plaga.»
18 En vista de esto, apenas salió Moisés de la presencia de Faraón, rogó a Yavé, 19 el cual hizo soplar un viento muy fuerte del mar, que arrastró todas las langostas hasta el mar Rojo. Ni una sola quedó en todo el territorio de Egipto. 20 Pero Yavé hizo que Faraón continuara en su porfía y no dejara salir a Israel.
Novena plaga: las tinieblas
21 Yavé dijo a Moisés: «Extiende tu mano hacia el cielo y cubrirán las tinieblas el país de Egipto, tan densas que la gente caminará a tientas.» 22 Así lo hizo Moisés, y al instante densas tinieblas cubrieron Egipto por espacio de tres días. 23 No podían verse unos a otros, ni nadie pudo moverse durante los tres días; pero había luz para los hijos de Israel en todos sus poblados.
24 Faraón llamó a Moisés y le dijo: «Salgan ustedes a rendir culto a Yavé, pero que se queden sus ovejas y sus vacunos. Ustedes llevarán a sus niños.»
25 Moisés le respondió: «¿Y tú mismo nos proporcionarás animales para los sacrificios y holocaustos? 26 También nuestros animales estarán con nosotros, hasta la última uña, pues sacamos de entre ellos lo que sacrificamos a Yavé, nuestro Dios, 27 y ni siquiera sabemos cuáles animales hemos de ofrecer hasta que lleguemos al lugar.»
28 Faraón dijo a Moisés: «Retírate de mi presencia y ya no vuelvas; si te presentas otra vez, será para morir.» 29 Y Moisés respondió: «Así será como tú dices: ya no me presentaré delante de ti.»
11
Anuncio de la décima plaga
1 Yavé dijo a Moisés: «No mandaré más que esta última plaga sobre Faraón y sobre su pueblo. Después dejará que salgan, o más bien él mismo los echará fuera a todos ustedes. 2 No olvides de decir a todo mi pueblo que cada uno pida a su amigo, y cada mujer a su vecina, objetos de oro y plata.» 3 Yavé hizo que los egipcios acogieran esta petición; además, Moisés era un personaje en todo Egipto, y lo consideraban tanto los ministros como la gente del pueblo.
4 Moisés dijo: «Esto dice Yavé: A media noche saldré a recorrer Egipto 5 y en Egipto morirán todos los primogénitos, desde el primogénito de Faraón que se sienta en el trono, hasta el de la esclava que mueve la piedra del molino, y todos los primeros nacidos de los animales. 6 Y se escuchará un clamor tan grande en todo Egipto como nunca lo hubo ni lo habrá jamás. 7 Mientras tanto, entre los israelitas, no habrá la menor amenaza, ni para los hombres, ni para los animales, y ustedes sabrán que Yavé hace distinción entre egipcios e israelitas.
8 Todos tus ministros vendrán a mí, se postrarán delante de mí y me pedirán por favor que nos vayamos, yo y todo el pueblo de Israel. Después de esto, nos iremos.» Moisés volvió muy enojado de la presencia de Faraón.
9 Yavé dijo a Moisés: «A ustedes no los escuchará Faraón, y gracias a esto serán todavía mayores mis prodigios en la tierra de Egipto.» 10 Pues, mientras Moisés y Aarón obraban todos estos prodigios delante de Faraón, Yavé lo mantenía en su negativa, y seguía negándose a que Israel saliera de su país.
12
El cordero pascual
1 Yavé dijo a Moisés y a Aarón, en el país de Egipto: 2 «Este mes será para ustedes el comienzo de los meses, el primero de los meses del año.
3 Hablen a la comunidad de Israel y díganle: El día décimo de este mes tome cada uno un cordero por familia, un cordero por casa. 4 Pero, si la familia es demasiado pequeña para consumir el cordero, se pondrá de acuerdo con el vecino más cercano, según el número de personas y conforme a lo que cada cual pueda comer.
5 Ustedes escogerán un corderito sin defecto, macho, nacido en el año. En lugar de un cordero podrán tomar también un cabrito.
6 Ustedes lo reservarán hasta el día catorce de este mes. Entonces toda la comunidad de Israel lo sacrificará al anochecer. 7 En cada casa en que lo coman ustedes tomarán de su sangre para untar los postes y la parte superior de la puerta.
8 Esa misma noche comerán la carne asada al fuego; la comerán con panes sin levadura y con verduras amargas. 9 No comerán nada de él crudo o hervido sino que lo comerán todo asado con su cabeza, sus patas y sus entrañas. 10 Ustedes no guardarán nada para el día siguiente. Lo que sobre al amanecer, quémenlo en el fuego.
11 Y comerán así: ceñidos con el cinturón, las sandalias en los pies y el bastón en la mano. Ustedes no se demorarán en comerlo: es una pascua en honor de Yavé.
12 Durante esa noche, yo recorreré el país de Egipto y daré muerte a todos los primogénitos de Egipto, tanto de los egipcios como de sus animales; y demostraré a todos los dioses de Egipto quién soy yo, Yavé. 13 En las casas donde están ustedes la sangre tendrá valor de señal: al ver esta sangre, yo pasaré de largo, y la plaga no los alcanzará mientras golpeo a Egipto.
14 Ustedes harán recuerdo de este día año tras año, y lo celebrarán con una fiesta en honor a Yavé. Este rito es para siempre: los descendientes de ustedes no dejarán de celebrar este día.
La fiesta de los Panes sin levadura
15 Durante siete días comerán pan sin levadura. Desde el primer día no habrá fermento en las casas, pues cualquiera que coma pan fermentado desde el primer día hasta el séptimo será borrado de la comunidad de Israel. 16 El primer día tendrán una reunión sagrada, así como el séptimo. Ningún trabajo se hará estos días, solamente prepararán lo que haga falta a cada uno para comer.
17 Ustedes celebrarán la fiesta de los Ázimos, porque ése es el día en que hice salir de Egipto a vuestros ejércitos. Ustedes celebrarán ese día de generación en generación: este rito es para siempre. 18 Desde la tarde del día catorce del primer mes hasta la tarde del veintiuno del mismo mes ustedes comerán pan sin levadura.
19 Durante siete días no habrá levadura en las casas de ustedes. El que coma cosa fermentada será borrado de la comunidad de Israel, sea extranjero o nativo. 20 No comerán nada fermentado, sino que, en todas sus casas, comerán panes ázimos.»
21 Moisés, pues, llamó a los jefes de Israel y les dijo: «No demoren en buscar una res para cada una de sus familias e inmolen la Pascua. 22 Tomen un manojo de hisopo mojado con la sangre y marquen los dos postes y la parte superior de la puerta. Y luego ninguno de ustedes saldrá de su casa hasta la mañana. 23 Egipto llevando la plaga y, al ver la sangre en la entrada, pasará de largo y no permitirá que el Exterminador entre en sus casas y los mate.
24 Ustedes observarán este rito, y también lo observarán sus hijos para siempre. 25 Estas mismas ceremonias las harán cuando entren en la tierra que Yavé les dará, como les tiene prometido. 26 Y cuando sus hijos les pregunten qué significa este rito, 27 les responderán: Este es el sacrificio de la Pascua para Yavé, que pasó de largo por las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando mató a los egipcios, dejando a salvo nuestras casas.» Al oír esto, todo el pueblo se postró y adoró.
28 Los israelitas se fueron e hicieron lo que Yavé había mandado a Moisés y Aarón.
Muerte de los primogénitos
29 Sucedió que, a media noche, Yavé hirió de muerte a todo primogénito del país de Egipto, desde el primogénito de Faraón que está sentado en el trono, hasta el del preso que está en la cárcel, y a todos los primeros nacidos de los animales. 30 Faraón se levantó de noche, y con él toda su gente y todos los egipcios. Se oyó un clamor grande por todo Egipto, pues no había casa donde no hubiera algún muerto.
31 Aquella misma noche Faraón llamó a Moisés y Aarón y les dijo: «Levántense y salgan de este pueblo, ustedes y los hijos de Israel. Vayan para servir a Yavé, como ustedes dicen. 32 Llévense sus rebaños de ovejas y vacunos, como ustedes piden. ¡Salgan, pero denme la bendición!»
33 Los egipcios los presionaban para que se fueran inmediatamente, pues decían: «Si no se van ésos, moriremos todos.» 34 El pueblo recogió la masa antes que fermentara; la envolvieron en sus mantas y se la cargaron al hombro. 35 Los israelitas hicieron lo que les había dicho Moisés: pidieron a los egipcios objetos de oro y plata y muchos vestidos, 36 y los egipcios se lo dieron prestado, porque Yavé hizo que estuvieran dispuestos para escucharlos. Así fue cómo despojaron a los egipcios.
Los israelitas salen de Egipto
37 Los hijos de Israel partieron de Ramsés a Sucot en número de unos seiscientos mil hombres de a pie, sin contar a los niños.
38 También salió con ellos una turba numerosa, con grandes rebaños de ovejas y vacas. 39 Comieron panes sin levadura, tomando de la masa que habían sacado de Egipto. Pues habían salido con tanta prisa que no les alcanzó el tiempo para echarle levadura y hacer panes.
40 La permanencia de los israelitas en Egipto fue de cuatrocientos treinta años. 41 Cuando se cumplieron esos cuatrocientos treinta años, ese mismo día, todos los ejércitos de Yavé salieron de Egipto.
42 Esta es la noche y la vigilia en honor de Yavé que sacó a Israel del país de Egipto. Esta noche es para Yavé, y los hijos de Israel la pasarán velando, año tras año, perpetuamente.
Cómo celebrar la Pascua
43 Yavé dijo a Moisés y a Aarón: «Estos son los ritos para la celebración de la Pascua. Ningún extranjero comerá de ella, 44 excepto el esclavo, comprado con dinero, con tal de que haya sido circuncidado. 45 El extranjero que reside en Israel o que trabaja a tu servicio no la comerá.
46 El cordero se comerá dentro de la casa; no se sacará afuera ni un solo pedazo, ni le quebrarán ningún hueso. 47 Toda la comunidad de Israel observará este rito. 48 Si algún extranjero residente quiere celebrarla, tienen que circuncidarse los varones de su casa; entonces podrá participar como cualquier persona del país. El que no esté circuncidado no puede comerla: 49 esta ley vale para ustedes y para los extranjeros que vivan entre ustedes.»
50 Los hijos de Israel hicieron tal como Yavé lo había mandado a Moisés y a Aarón, 51 y aquel mismo día Yavé los hizo salir de Egipto, bien ordenados como un ejército.
13
Los primeros nacidos pertenecerán a Dios
1 Yavé dijo a Moisés: «Conságrame todo primogénito. 2 Todos los primogénitos de los hijos de Israel son míos, tanto de hombre como de animales.»
3 Moisés dijo al pueblo: «Ustedes celebrarán este día en que salieron de Egipto, de la casa de la esclavitud, al sacarlos Yavé de ese lugar con mano fuerte. Este día no comerán pan fermentado. 4 La fecha de su salida está en el mes de Aviv, mes de la primavera.»
5 Cuando Yavé te haya introducido en la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del jeveo y del jebuseo, la que prometió con juramento a tus padres que te daría a ti, tierra que mana leche y miel, tú celebrarás este rito sagrado en este mes.
6 Durante siete días comerás pan sin levadura, y el día séptimo será también una fiesta de Yavé. 7 En estos días comerás pan sin levadura; no se verá pan fermentado en todo tu territorio. 8 En aquel día dirás a tus hijos: Esto lo hacemos recordando lo que hizo Yavé conmigo cuando salí de Egipto.
9 Será como una señal en tu mano, y como un recuerdo delante de tus ojos, a fin de que la enseñanza de Yavé esté siempre en tu boca; porque con mano fuerte te sacó Yavé de Egipto. 10 Este precepto lo guardarás todos los años, a su debido tiempo.
11 Cuando Yavé te haya introducido en la tierra del cananeo y te la haya dado en posesión, 12 consagrarás a Yavé todos los primogénitos. Todo primer nacido de tus ganados, si es macho, pertenece a Yavé. 13 Todo primer nacido de burro ha de ser cambiado por un cordero; si no, lo matarás. Tratándose de personas, todo hijo primogénito será rescatado.
14 Y cuando tu hijo te pregunte el día de mañana: ¿Qué significa esto? Le dirás: Yavé nos ha sacado de Egipto, de la casa de la esclavitud, con mano fuerte; 15 y como Faraón porfiaba en no dejarnos salir, Yavé mató a todos los primogénitos de Egipto, tanto de hombres como de animales. Por esta razón sacrifico a Yavé todo primogénito macho, y rescato al primer nacido de mis hijos.
16 Estas normas serán como una señal impresa en tu mano, y como un recuerdo pendiente ante tus ojos, que te recuerde cómo Yavé nos sacó de Egipto con mano fuerte.
La partida
17 Cuando Faraón despidió al pueblo, Dios no lo llevó por el camino del país de los filisteos, que era más corto. Pues Dios pensaba: «Si hay que combatir, tal vez el pueblo se asuste y vuelva a Egipto.» 18 Por eso les hizo dar un rodeo por el desierto hacia el Mar Rojo y los israelitas salieron de Egipto bien pertrechados. 19 Moisés llevó consigo también los huesos de José, conforme éste había hecho prometer con juramento a los hijos de Israel; pues les dijo: «Con toda seguridad Dios los visitará; entonces se llevarán con ustedes mis huesos.»
20 Partieron de Sucot y acamparon en Etam, que está en la proximidad del desierto. 21 Yavé iba delante de ellos señalándoles el camino: de día iba en una columna de nube; de noche, en una columna de fuego, iluminándolos para que anduvieran de noche como de día. 22 La columna de nube no se apartaba de ellos durante el día, ni la columna de fuego de noche.
14
Perseguidos por los egipcios
1 Yavé dijo a Moisés: 2 «Ordena a los hijos de Israel que cambien de rumbo y acampen frente a Pi-Hajirot, que está entre Migdal y el mar, delante de Baal-Sefón. Al llegar a este lugar levantarán el campamento junto al mar. 3 Así, pues, Faraón pensará que los hijos de Israel andan errantes en el país y que no pueden atravesar el desierto. 4 Yo, entonces, haré que se ponga duro y los persiga a ustedes; y luego, me haré famoso a costa de Faraón y de todo su ejército, y sabrá Egipto que yo soy Yavé.» Ellos lo hicieron así.
Paso del Mar Rojo
5 Anunciaron al rey de Egipto que el pueblo de Israel se había marchado. De repente, Faraón y su gente cambiaron de parecer respecto al pueblo. Dijeron: «¿Qué hemos hecho? Dejamos que se fueran los israelitas, y ya no estarán para servirnos.»
6 Faraón hizo preparar su carro y llevó consigo su gente. 7 Tomó seiscientos carros escogidos, ¡todos los carros de Egipto!, cada uno con sus guerreros.
8 Yavé había endurecido el corazón del rey y, mientras los israelitas se marchaban seguros, él los persiguió. 9 Los egipcios, es decir, todos los carros, los caballos, los jinetes y el ejército de Faraón, se lanzaron en su persecución y les dieron alcance mientras acampaban junto al mar, cerca de Pi-Hajirot, frente a Baal-Sefón.
10 Al aproximarse Faraón, los israelitas pudieron ver que los egipcios los estaban persiguiendo. Sintieron mucho miedo y clamaron a Yavé; 11 dijeron a Moisés: «¿Acaso no había tumbas en Egipto para que nos hayas traído a morir al desierto?, ¿qué has ganado con sacarnos de Egipto? 12 Te dijimos claramente en Egipto: Déjanos en paz, y mejor servimos a los egipcios, porque más nos conviene servir a los egipcios que morir en el desierto.»
13 Moisés contestó al pueblo: «No tengan miedo; quédense en su lugar y verán la victoria que Yavé les concede hoy. Esos egipcios que están viendo hoy, no los volverán a ver jamás. 14 Yavé peleará por ustedes, y ustedes solamente mirarán.»
15 Yavé dijo a Moisés: «¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que se pongan en marcha. 16 Luego levanta tu bastón, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los hijos de Israel pasen en seco por medio del mar.
17 Yo, mientras tanto, endureceré el corazón de los egipcios para que salgan en persecución de ustedes, y me haré famoso a costa de Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de su caballería. 18 Entonces Egipto conocerá que yo soy Yavé.»
19 El Ángel de Dios que iba delante de los israelitas pasó detrás de ellos; también la nube en forma de columna vino a colocarse detrás, 20 poniéndose entre el campo de los israelitas y el de los egipcios. Esta nube era para unos tinieblas y para otros iluminaba la noche; y no se acercaron los unos a los otros durante la noche.
21 Moisés extendió su mano sobre el mar y Yavé hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del oriente que secó el mar. Se dividieron las aguas. 22 Los israelitas pasaron en seco, por medio del mar; las aguas les hacían de murallas a izquierda y a derecha. 23 Los egipcios se lanzaron a perseguirlos, y todo el ejército de Faraón entró en medio del mar con sus carros y caballos.
24 Llegada la madrugada, Yavé miró a los egipcios desde el fuego y la nube, y provocó el desorden en el ejército de Faraón. 25 Atascó las ruedas de sus carros, que no podían avanzar sino con gran dificultad. Entonces los egipcios dijeron: «Huyamos de Israel, porque Yavé pelea con ellos contra nosotros.»
26 Pero Yavé dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, y las aguas volverán sobre los egipcios, sus carros y sus caballos.» 27 Moisés extendió su mano sobre el mar. Al amanecer, el mar volvió a su lugar. Mientras los egipcios trataban de huir, Yavé arrojó a los egipcios en el mar.
28 Las aguas al volver cubrieron los carros y los que los montaban, o sea, todo el ejército de Faraón que había entrado en el mar persiguiéndolos: no se escapó ni uno solo. 29 Los israelitas, en cambio, habían pasado en medio del mar; las aguas les hacían de murallas a derecha e izquierda.
30 Aquel día, Yavé liberó a Israel del poder de los egipcios; e Israel vio a los egipcios muertos en la orilla del mar. 31 Israel vio los prodigios que Yavé había obrado contra Egipto, y el pueblo temió a Yavé. Creyó en Yavé y en Moisés, su siervo.
15
1 Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este cántico a Yavé:
«Cantaré a Yavé, que se ha cubierto de gloria; caballos y carros ha arrojado en el mar.
2 ¡Yavé, mi fortaleza!, a él le cantaré, él fue mi salvación, él es mi Dios y lo alabaré, el Dios de mi padre, lo ensalzaré.
3 Yavé es un guerrero, Yavé es su nombre.
4 Los carros de Faraón y su ejército: ¡los precipitó en el mar! Los mejores de sus oficiales, ¡hundidos en el Mar Rojo!
5 Las aguas profundas los han sepultado, hasta el fondo cayeron como piedra.
6 Tu diestra, Yavé, de tremendo poder, tu diestra, Yavé, aplasta al enemigo.
7 Tu Gloria derriba a tus adversarios, desatas tu furor y los devora como paja.
8 Al soplo de tu nariz retroceden las aguas, las olas se paran como murallas; los torbellinos cuajan en medio del mar.
9 Dijo el enemigo: «Los perseguiré y los alcanzaré, los tendré a merced, llevaré sus despojos; sacaré mi espada y mi mano los matará.»
10 Mandaste tu soplo y el mar los cubrió, y se hundieron como plomo en las aguas majestuosas.
11 ¿Quién como Tú, Yavé, entre los dioses? ¿Quién como Tú, glorioso y santo, terrible en tus hazañas, autor de maravillas?
12 ¡Extiendes tu mano y se los traga la tierra!
13 Guiaste con amor al pueblo que rescataste, lo llevaste con poder a tu santa morada.
14 Lo oyeron los pueblos y se turbaron, se asustaron los filisteos;
15 los jefes de Edom vacilan y los generales de Moab se asustan, se angustian los pobladores de Canaán:
16 ¡pavor y espanto cayó sobre ellos! Tu golpe fatal los deja petrificados hasta que pase tu pueblo, Yavé, hasta que pase el pueblo que compraste.
17 Tú lo llevarás y lo plantarás en el monte que es tuyo, el lugar en que habitas, oh Yavé; el Santuario del Señor, obra de sus manos.
18 ¡Que Yavé reine eternamente!»
19 Como Faraón entrara en el mar, con sus carros y sus caballos, Yavé hizo volver sobre ellos las aguas del mar, mientras los israelitas pasaban en seco por medio del mar.
20 Entonces Miriam, la profetisa, hermana de Aarón, tomó su pandereta en la mano, y todas las mujeres la seguían con tímpanos, danzando en coro. 21 Y Miriam les entonaba las palabras: «Cantens a Yavé, que se ha cubierto de gloria; carros y caballos ha arrojado en el mar.»
Marcha hacia el desierto
22 Moisés hizo partir a los israelitas del Mar Rojo y fueron al desierto de Sur. Allí anduvieron tres días por el desierto sin encontrar agua.
23 Llegaron a Mará, pero no pudieron beber de sus aguas porque eran amargas. Por esto se llamó aquel lugar Mará, esto es, Amargura. 24 El pueblo murmuró contra Moisés, diciendo: «¿Qué beberemos?» 25 Y como Moisés invocara a Yavé, le enseñó cierto árbol; Moisés lo echó en las aguas, y se endulzaron. Fue allí donde Yavé dio al pueblo sus decisiones y sus decretos. Allí lo puso a prueba, 26 y le dijo: «Si de veras escuchas a Yavé, tu Dios, y haces lo que es justo a sus ojos, dando oídos a sus mandatos y practicando sus normas, no descargaré sobre ti ninguna plaga de las que he descargado sobre los egipcios; porque yo soy Yavé, que te doy la salud.»
27 De allí pasaron a Elim, donde había doce manantiales de agua y setenta palmeras. Allí acamparon junto a las aguas.
16
El maná
1 Los israelitas se marcharon de Elim y llegaron al desierto de Sin, entre Elim y el Sinaí, el día quince del segundo mes después de la salida de Egipto.
2 Toda la comunidad de los israelitas empezó a murmurar contra Moisés y Aarón en el desierto. 3 Les decían: «¡Ojalá Yavé nos hubiera hecho morir en Egipto! Allí nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan en abundancia. Ustedes, en cambio, nos han traído a este desierto en que todo ese gentío morirá de hambre.»
4 Pero Yavé dijo a Moisés: «Ahora les hago llover pan del cielo; salga el pueblo y recoja lo que necesita para cada día. Yo lo voy a probar, a ver si guarda mi ley o no… 5 El día sexto prepararán lo que les envíe, y será el doble de la ración diaria.»
6 Entonces Moisés y Aarón dijeron a toda la gente de Israel: «Esta tarde ustedes reconocerán que Yavé es el que los ha sacado de Egipto, 7 y por la mañana sus ojos verán la Gloria de Yavé. Yavé ha escuchado cuando ustedes murmuraron contra él. Pues sus quejas no se dirigían a nosotros, ¿qué somos nosotros?
8 Esta tarde, Yavé les dará carne para que coman, y por la mañana, pan a saciedad. Esa es la manera como les contestará porque le han criticado a él y no a nosotros. Pues nosotros, ¿qué somos?»
9 Moisés dijo a Aarón: «Di a todos los hijos de Israel: Vengan, preséntense a Yavé, porque ha oído las quejas de ustedes.»
10 Y mientras Aarón hablaba al pueblo, miraron hacia el desierto: la Gloria de Yavé se apareció en medio de la nube. 11 Yavé habló a Moisés diciendo: 12 «He oído las quejas de mi pueblo. Diles: por la tarde comerán carne y por la mañana se saciarán de pan; así sabrán que yo soy Yavé, el Dios de ustedes.»
13 Aquella misma tarde llegaron codornices, que cubrieron el campamento. Y, por la mañana, en torno al campamento, había una capa de rocío. 14 Al evaporarse el rocío, apareció sobre el suelo del desierto una cosa menuda, como granos, parecida a la escarcha. 15 Cuando los israelitas vieron esto, se dijeron unos a otros: «Manha», o sea: «¿Qué es esto?» Pues no sabían lo que era. Y Moisés les dijo: «Este es el pan que Yavé les da para comer.
16 Yavé manda que cada uno recoja cuanto necesite para comer, unos cuatro litros por persona; y cada uno recogerá lo necesario para la gente de su tienda de campaña.»
17 Así lo hicieron los israelitas. Unos recogieron mucho y otros menos. 18 Pero cuando lo midieron en el envase, ni los que recogieron mucho tenían más, ni los que recogieron poco tenían menos: cada uno tenía su ración.
Danos hoy nuestro pan del día
19 Moisés les dijo: «Que nadie guarde nada para mañana.» 20 Algunos no le hicieron caso, sino que guardaron para el día siguiente. Pero se llenó de gusanos y se pudrió. Moisés se enojó con ellos.
21 Cada cual recogía día tras día lo que necesitaba para el día, y luego, al calentar el sol se derretía lo que quedaba.
22 El día sexto, cada uno recogió doble ración: unos ocho litros por persona. Todos los jefes de la comunidad fueron a decírselo a Moisés. 23 El les dijo: «Esto es lo que tiene ordenado Yavé: Mañana es un Gran sábado, el descanso sagrado dedicado a Yavé. Hagan hoy todo lo que tengan que hacer, cuezcan lo que haya que cocer, hiervan lo que han de hervir y guarden lo que sobre para el día siguiente.»
24 Ellos guardaron el maná tal como Moisés lo había mandado y el maná no se pudrió. Entonces Moisés les dijo: 25 «Esta será la comida para hoy. Hoy es el día de descanso dedicado a Yavé y no encontrarán maná en el campo. 26 Durante seis días saldrán a buscarlo, pero el séptimo día, que es el descanso, no habrá.»
27 Cuando llegó el séptimo día, algunos salieron a buscar maná, pero no hallaron nada. Por lo cual Yavé dijo a Moisés: 28 «¿Hasta cuándo se negarán a observar mis mandamientos y mi Ley? 29 Acuérdense de que Yavé les ha dado el sábado, y por esto el día sexto les ha doblado la ración. Quédense cada uno en su casa y que nadie se mueva el día séptimo.»
30 El pueblo, entonces, observó el descanso el día séptimo.
31 La gente de Israel llamó a este alimento: maná. Era como la semilla del cilantro, blanco, y su gusto se parecía al de una torta de miel.
32 Moisés dijo: «Yavé ha dado esta orden: Guarden una medida de maná para sus descendientes, para que vean el alimento que les di de comer en el desierto cuando los hice salir de Egipto.» 33 Moisés dijo a Aarón: «Toma una jarra y échale una medida de maná; la colocarás ante la presencia de Yavé y la conservarás para los descendientes de ustedes.» 34 Aarón, pues, llevó el vaso conforme Moisés se lo había dicho, y lo depositó ante las tablas de las Declaraciones divinas. 35 Los hijos de Israel comieron maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a una tierra poblada; 36 comieron el maná hasta que llegaron a la tierra de Canaán.
17
El agua salida de la piedra
1 Al salir la comunidad de Israel del desierto de Sin, dispusieron sus etapas según Yavé les ordenaba. Acamparon en Refidim donde el pueblo, sediento, no encontró agua.
2 Le reclamaron a Moisés, diciendo: «Danos agua para beber.» Moisés les contestó: «¿Por qué me reclaman ustedes a mí?, ¿por qué tientan a Yavé?»
3 Allí el pueblo, atormentado por la sed, murmuró contra Moisés: «¿Por qué nos has hecho salir de Egipto? ¿Para que ahora muramos de sed con nuestros hijos y nuestros animales?»
4 Entonces Moisés llamó a Yavé y le dijo: «¿Qué puedo hacer con este pueblo?; por poco me apedrean.» 5 Yavé respondió a Moisés: «Preséntate al pueblo, lleva contigo algunos jefes de Israel, lleva también en tu mano el bastón con que golpeaste el río Nilo. 6 Yo estaré allá delante de ti, sobre la roca. Golpearás la roca y de ella saldrá agua, y el pueblo tendrá para beber.» Moisés lo hizo así, en presencia de los jefes de Israel.
7 Aquel lugar se llamó Masá (o sea, tentación) y Meribá (o sea, quejas), a causa de las quejas de los israelitas que allí tentaron a Yavé, diciendo: «¿Está Yavé en medio de nosotros o no?»
La victoria sobre Amalec
8 En Refidim los amalecitas vinieron a atacar a Israel. 9 Moisés dijo a Josué: «Elígete algunos hombres y marcha a pelear contra los amalecitas. Yo, por mi parte, estaré mañana en lo alto de la loma, con el bastón de Dios en mi mano.»
10 Josué hizo como se lo ordenaba Moisés, y salió a pelear contra los amalecitas. Mientras tanto, Moisés, Aarón y Jur subieron a la cima de la loma. 11 Y sucedió que mientras Moisés tenía las manos arriba, se imponía Israel, pero cuando las bajaba, se imponían los amalecitas.
12 Se le cansaron los brazos a Moisés; entonces tomaron una piedra y sentaron a Moisés sobre ella, mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así, Moisés mantuvo sus brazos alzados hasta la puesta del sol 13 y Josué le mató mucha, mucha gente a Amalec.
14 Entonces Yavé dijo a Moisés: «Escribe todo esto en un libro para que sirva de recuerdo, y dile a Josué que yo no dejaré ni el recuerdo de Amalec debajo de los cielos.»
15 Luego Moisés edificó allí un altar a Yavé, al que puso por nombre: Yavé es mi triunfo. Y declaró: 16 «¡Levanten la bandera de Yavé! Yavé está en guerra con Amalec de generación en generación.»
18
Llega Jetró, suegro de Moisés
1 Jetró, sacerdote de Madián y suegro de Moisés, se enteró de todo lo que Dios había hecho en favor de Moisés y de Israel, su pueblo, y cómo lo había sacado de Egipto.
2 Jetró, el suegro de Moisés, había acogido a Séfora, esposa de Moisés, después de que Moisés la había despedido, 3 y con ella sus dos hijos. Uno de esos hijos se llamaba Guersón (pues su padre dijo: He estado peregrino en tierra extraña); 4 y el otro se llamaba Eliezer (porque dijo: El Dios de mi padre vino en mi ayuda y me libró de la espada de Faraón).
5 Jetró, pues, el suegro de Moisés, le trajo sus hijos y su esposa mientras acampaba en el desierto, junto al monte de Dios.
6 Mandó decir a Moisés: «Yo, Jetró, suegro tuyo, vengo a ti con tu esposa y tus dos hijos.» 7 Moisés salió al encuentro de su suegro, le hizo una profunda reverencia y lo besó. Se preguntaron el uno al otro acerca de su salud y entraron en la tienda. 8 Moisés le contó a su suegro todo lo que Yavé había hecho a Faraón y a los egipcios para bien de Israel, todas las dificultades que encontraron en el camino y cómo Yavé los había librado.
9 Jetró se alegró mucho al oír todos los beneficios que Yavé había hecho a Israel cuando lo sacó del poder de los egipcios. 10 Y dijo: «¡Bendito sea Yavé, que los ha liberado a ustedes de los egipcios y de Faraón cuando oprimían a su pueblo! 11 Ahora reconozco que Yavé es el más grande de los Dioses.»
12 Jetró, suegro de Moisés, ofreció un sacrificio y presentó a Dios ofrendas. Vinieron entonces Aarón y todos los jefes de Israel para compartir una comida con el suegro de Moisés en la presencia de Dios.
Institución de los jueces
13 Al día siguiente, Moisés se sentó para resolver los asuntos del pueblo y hubo gente en torno a él desde la mañana hasta la tarde. 14 El suegro de Moisés vio el trabajo que su yerno se imponía por el pueblo y le dijo: «¡Cómo te sacrificas por el pueblo! ¿Por qué estás ahí tú solo y todo este pueblo queda de pie a tu lado desde la mañana hasta la tarde?»
15 Moisés contestó a su suegro: «El pueblo viene a mí para consultar a Dios. 16 Cuando tienen un pleito vienen a mí, yo juzgo entre unos y otros, y les doy a conocer las decisiones de Dios y sus normas.»
17 Entonces su suegro le dijo: «No está bien lo que haces. 18 Acabarás por agotarte tú y este pueblo que está contigo; pues la carga es demasiado pesada para ti y no puedes llevarla tú solo. 19 Ahora escúchame, te voy a dar un consejo, y Dios estará contigo. Tú serás para el pueblo el representante de Dios, y le llevarás sus problemas. 20 Les explicarás las normas y las instrucciones de Dios, les darás a conocer el camino que deben seguir y las obras que tienen que realizar. 21 Pero elige entre los hombres del pueblo algunos que sean valiosos y que teman a Dios, hombres íntegros y que no se dejen sobornar, y los pondrás al frente del pueblo como jefes de mil, de cien, de cincuenta o de diez.
22 Ellos harán de jueces para tu pueblo en forma habitual; te presentarán los asuntos más graves, pero decidirán ellos mismos en los asuntos de menos importancia. Así se aliviará tu carga pues ellos la llevarán contigo.
23 Si procedes como te digo, Dios te comunicará sus decisiones y tú podrás hacerles frente, y toda esa gente llegará felizmente a su tierra.»
24 Moisés escuchó a su suegro e hizo todo lo que le había dicho. 25 Eligió hombres capaces de todo Israel y los puso al frente del pueblo como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez. 26 Ellos atendían al pueblo en forma habitual para arreglar los problemas de menor importancia, y llevaban a Moisés los asuntos más delicados.
27 Luego Moisés despidió a su suegro y lo encaminó hacia su tierra.
19
Preparación de la Alianza
1 El mismo día en que empezaba el tercer mes después de la salida de Egipto, los israelitas llegaron al desierto de Sinaí. 2 Habían salido de Refidim, y llegaban al desierto de Sinaí donde acamparon. Los israelitas establecieron su campamento frente al monte, 3 y Moisés subió hacia Dios. Yavé lo llamó del cerro y le dijo: «Esto es lo que dirás a los hijos de Jacob, lo que explicarás a los hijos de Israel:
4 Ustedes han visto lo que hice a los egipcios y cómo a ustedes los llevé en alas del águila para traerlos hacia mí. 5 Ahora, si ustedes me escuchan atentamente y respetan mi alianza, los tendré por mi propiedad personal entre todos los pueblos, siendo que toda la tierra es mía, 6 serán para mí un reino de sacerdotes y una nación que me es consagrada. Esto dirás a los israelitas.”
7 Volvió Moisés y llamó a los ancianos del pueblo, y les expuso todas estas instrucciones que Yavé le había dado. 8 Todo el pueblo a una voz contestó: «Haremos todo lo que Yavé ha mandado.» Luego Moisés llevó a Yavé la respuesta del pueblo.
9 Yavé dijo a Moisés: «Yo vendré a ti en medio de una espesa nube para que el pueblo oiga cuando yo hable contigo y tenga fe en ti también para siempre.»
10 Yavé dijo a Moisés: «Vuelve donde el pueblo y mándales que se purifiquen hoy y mañana; que laven sus ropas 11 y estén listos para pasado mañana, porque pasado mañana Yavé bajará a vista de todos sobre el monte Sinaí. 12 Señala al pueblo límites para que se cuiden de subir al monte y ni siquiera lo alcancen. Cualquiera que se acerque morirá. 13 Que nadie ponga las manos sobre el culpable, sino que sea apedreado o flechado; sea hombre o animal, no debe vivir más. Solamente cuando se oiga el toque de cuerno algunos podrán subir.»
14 Moisés bajó del monte a donde estaba el pueblo, lo purificó y le hizo lavarse la ropa. 15 y Moisés dijo: «No tengan relaciones sexuales y estén listos para pasado mañana.»
16 Al tercer día, al amanecer, hubo sobre el monte truenos, relámpagos y una espesa nube; se oía un sonido muy fuerte de cuerno. En el campamento todo el pueblo se puso a temblar. 17 Entonces Moisés los hizo salir del campamento para ir al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie del monte.
18 El monte Sinaí entero humeaba, porque Yavé había bajado en medio del fuego. Subía aquel humo como de un horno, y toda la montaña temblaba. 19 El sonido del cuerno iba creciendo: Moisés hablaba y Dios le contestaba con el trueno.
20 Yavé bajó a la cumbre del monte Sinaí y, desde allí, llamó a Moisés. Y Moisés subió.
21 Yavé dijo a Moisés: «Baja del monte para advertir al pueblo que no traspase los límites para acercarse a Yavé y para ver algo, no sea que perezcan muchos. 22 Que también los sacerdotes que se acercan a Yavé se santifiquen, no sea que Yavé los deje tendidos en el suelo.» 23 Moisés contestó: «El pueblo no puede subir al monte, pues se lo prohibiste y me dijiste: Pon un cerco al pie del monte y tenlo por lugar sagrado.» 24 Y Yavé prosiguió: «Anda, baja del cerro y sube luego con Aarón; pero que los sacerdotes y el pueblo no intenten traspasar el límite para subir hacia Yavé, no sea que él los deje tendidos en el suelo.» 25 Moisés, pues, bajó hasta el pueblo y les dijo…
20
El Decálogo
1 Entonces Dios dijo todas estas palabras:
2 «Yo soy Yavé, tu Dios, el que te sacó de Egipto, país de la esclavitud. 3 No tendrás otros dioses fuera de mí.
4 No te harás estatua ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, abajo, en la tierra, y en las aguas debajo de la tierra. 5 No te postres ante esos dioses, ni les sirvas, porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso. Yo pido cuentas a hijos, nietos y biznietos por la maldad de sus padres que no me quisieron. 6 Pero me muestro favorable hasta mil generaciones con los que me aman y observan mis mandamientos.
7 No tomarás en vano el nombre de Yavé, tu Dios, porque Yavé no dejará sin castigo a aquel que toma su nombre en vano.
8 Acuérdate del día del Sábado, para santificarlo. 9 Trabaja seis días, y en ellos haz todas tus faenas. 10 Pero el día séptimo es día de descanso, consagrado a Yavé, tu Dios. Que nadie trabaje: ni tú, ni tus hijos, ni tus hijas, ni tus siervos, ni tus siervas, ni tus animales, ni los forasteros que viven en tu país. 11 Pues en seis días Yavé hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos, y el séptimo día descansó. Por eso bendijo el Sábado y lo hizo sagrado.
12 Respeta a tu padre y a tu madre, para que se prolongue tu vida sobre la tierra que Yavé, tu Dios, te da.
13 No matarás.
14 No cometerás adulterio.
15 No robarás.
16 No atestiguarás en falso contra tu prójimo.
17 No codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás su mujer, ni sus servidores, su buey o su burro. No codiciarás nada de lo que le pertenece.»
18 Mientras tanto, todo el pueblo estaba mirando: todo era truenos, relámpagos y sonido de trompeta en el cerro que humeaba. Al verlo el pueblo temblaba de miedo, y se mantenían a distancia.
19 Entonces dijeron a Moisés: «Habla tú con nosotros, que te escucharemos; pero que no hable Dios, no sea que muramos.» 20 Moisés les respondió: «No teman, pues Dios ha venido para probarlos; él quiere que su temor permanezca en ustedes y así no pequen.»
21 El pueblo, pues, se mantuvo a distancia mientras Moisés se acercaba a la densa nube donde estaba Dios.
El código de la Alianza
22 Yavé habló a Moisés: «Esto dirás a los hijos de Israel: ya han visto cómo yo les he hablado desde el cielo. 23 No pondrán junto a mí dioses de plata ni de oro.
24 A mí me harás un altar de tierra y sobre él ofrecerás tus sacrificios de comunión, tus ovejas y vacas; vendré a ti y te bendeciré en todo lugar en que yo haya revelado mi Nombre.
25 Si me haces un altar de piedra, no serán piedras labradas, porque al trabajarlas con el hierro quedarían profanadas. 26 Tampoco subirás por gradas a mi altar, para que no se descubra tu desnudez.
21
1 Les dictarás estas leyes:
2 Si compras un esclavo hebreo, te servirá seis años: el séptimo saldrá libre sin pagar rescate. 3 Si entró solo, saldrá solo. Si tenía esposa, ella también quedará libre lo mismo que él. 4 Si su patrón le dio la mujer de la que tiene hijos, éstos y la madre serán del patrón y él saldrá solo.
5 Si el esclavo dice: «Estoy feliz con mi patrón, con mi esposa y mis hijos, no quiero salir libre solo», 6 el dueño lo llevará ante Dios y acercándolo a los postes de la puerta de su casa le horadará la oreja con su punzón y este hombre quedará a su servicio para siempre.
7 Si un hombre vende a su hija como esclava, ésta no recuperará su libertad como hace cualquier esclavo. 8 Si la joven no agrada a su dueño que debía tomarla por esposa, el dueño aceptará que otro la rescate; pero no la puede vender a un extranjero, en vista de que la ha traicionado. 9 Si la ha destinado a su hijo, le dará el trato de una joven libre. 10 Si se casa con ella y, después, con otra, no le disminuirá a la primera ni el vestido ni los derechos conyugales. 11 Y si no le da estas tres cosas, la joven saldrá libre, sin pagar nada.
12 El que hiera a otro y lo mate, morirá. 13 Si no fue intencionado, solamente porque Yavé dispuso así el accidente, yo te enseñaré un lugar en el que podrá refugiarse.
14 Pero si alguien ataca a su prójimo y lo mata por traición, hasta de mi altar lo arrancarás para matarlo.
15 El que le pegue a su padre o a su madre, muera sin remedio.
16 El que rapte a una persona, la haya vendido o esté en su posesión, muera sin remedio.
17 El que maldiga a su padre o a su madre morirá.
18 Si dos hombres se pelean y uno hiere al otro con una piedra o con el puño, pero no muere, sino que, después de guardar cama, 19 puede levantarse y andar por la calle apoyado en un bastón, el que le hirió no será culpado, pero pagará sus jornales perdidos hasta que su recuperación sea completa.
20 Si un hombre golpea a su esclavo o esclava con un palo, si mueren en sus manos, será reo de crimen. 21 Mas si sobreviven uno o dos días no se le culpará, porque le pertenecían.
22 Si unos hombres, en el curso de una pelea, dan un golpe a una mujer embarazada provocándole un aborto, sin que muera la mujer, serán multados conforme a lo que pida el marido ante los jueces.
23 Si hay lesiones, pagarán vida por vida, 24 ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, 25 quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.
26 Si un hombre ha herido el ojo de su esclavo o esclava, dejándolo tuerto, le dará la libertad a cambio del ojo que le sacó. 27 Si le hace saltar un diente, lo dejará libre también a cambio de su diente.
28 Si un buey cornea a un hombre o a una mujer y los mata, será muerto a pedradas. Su carne no podrá comerse, pero el dueño del buey quedará libre. 29 Mas si el buey corneaba de tiempo atrás, y su dueño aun advertido no lo vigiló, y ese buey mata a un hombre o a una mujer, será muerto a pedradas, y su dueño también morirá. 30 Si los jueces le imponen solamente una multa, dará a cambio de su vida todo cuanto le impongan.
31 Si cornea a un muchacho o a una muchacha, se seguirá la misma norma. 32 Si lo hace a un esclavo o a una esclava, se pagarán treinta siclos de plata al dueño de ellos, y el buey morirá apedreado.
33 Si uno deja abierto un pozo, o si no tapa el pozo que está cavando, y luego cae en él un buey o un burro, 34 el propietario del pozo pagará al dueño de los animales el precio en dinero, pero el animal muerto será suyo.
35 Si el buey de uno cornea al buey de otro, causándole la muerte, venderán el vivo, repartiéndose el precio; del mismo modo se repartirán el buey muerto. 36 Mas si era notorio que el buey corneaba desde tiempo atrás, y su dueño no lo vigiló, pagará buey por buey, y el muerto será suyo.
37 Si uno roba un buey o una oveja y los mata o vende, pagará cinco bueyes por un buey y cuatro ovejas por una.
22
1 Si un ladrón, sorprendido de noche forzando una casa, es herido mortalmente, el que lo mató no será culpado. 2 Mas si lo hace ya salido el sol, se le culpará.
3 Si alguien no tiene para devolver lo que robó será vendido él mismo para pagar. Si lo robado se encuentra vivo en su poder, sea buey, burro u oveja, debe restituir el doble.
4 Si un hombre ha causado daños en una chacra o una viña, porque dejó suelto su ganado y fue a pastar en campo ajeno, devolverá con lo mejor de su propio campo o de su propia viña.
5 Si se prende fuego a los matorrales y éste pasa a los árboles frutales o a los sembrados que están en el campo, el que prendió el fuego pagará el daño.
6 Cuando alguien confíe en depósito a su prójimo dinero u objetos, y son robados de la casa de éste, el ladrón, si es hallado, restituirá el doble. 7 Si no es hallado el ladrón, el dueño de la casa será presentado ante los jueces y jurará no haber echado mano de las cosas de su prójimo ni haber tenido parte en el robo. 8 Cualquier pleito en que se sospeche que uno de los dos estafó al otro, ya se haya perdido buey, burro, cordero o manta, será llevado ante Dios, y al que Dios declare culpable restituirá el doble a su prójimo.
9 Si alguien pasa a su prójimo, para que se lo guarde, un burro, buey u oveja, o cualquier otro animal, y éste muere, sufre algún daño o es robado sin que nadie lo vea, 10 el asunto se decidirá por un juramento. El que lo guardaba jurará que no tomó nada de lo de su prójimo. El dueño se dará por satisfecho y el otro no tendrá que devolver.
11 Si el animal fue robado por descuido del depositario, éste pagará el daño. 12 Si el animal ha sido destrozado por una fiera, que el depositario traiga como prueba los restos, y no habrá restitución.
13 Si uno pide a otro que le preste un animal, y éste sufre un daño o muere en ausencia de su dueño, pagará restitución. 14 Si el dueño estuvo presente, no hay restitución. Si el animal es alquilado, el dueño recibirá el alquiler.
15 El que seduce a una joven no casada y se acuesta con ella, la dotará y se casará con ella. 16 Si el padre de la niña no se la quiere dar, el otro pagará en dinero la dote que suelen recibir las esposas.
17 A los hechiceros no los dejarán con vida.
18 El que tenga relación sexual con una bestia morirá.
19 El que ofrezca sacrificios a otros dioses, fuera de Yavé, será muerto.
20 No maltratarás, ni oprimirás a los extranjeros, ya que también ustedes fueron extranjeros en tierra de Egipto.
21 No harán daño a la viuda ni al huérfano. 22 Si ustedes lo hacen, ellos clamarán a mí, y yo escucharé su clamor, 23 se despertará mi enojo y a ustedes los mataré a espada; viudas quedarán sus esposas y huérfanos sus hijos.
24 Si prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre, que tú conoces, no serás como el usurero, no le exigirás interés.
25 Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás al ponerse el sol, 26 porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo y para acostarse; si no, ¿cómo podrá dormir? Si no se lo devuelves, él clamará a mí, y yo lo escucharé porque soy compasivo.
27 No blasfemarás contra Dios y no maldecirás al jefe de tu pueblo.
28 No tardarás en ofrecerme mi parte de tus frutos y de tu cosecha. Me darás el primogénito de tus hijos. 29 Lo mismo harás con los primeros nacidos de tus vacas y ovejas; siete días estarán con su madre, y al octavo me los ofrecerás.
30 Ustedes estarán consagrados a mí: no coman carne de animal despedazado en el campo, arrójensela a los perros.
23
1 No atestigües en falso ni ayudes al malvado dando un testimonio injusto.
2 No te dejes llevar ni sigas a la mayoría cuando declares en un proceso. 3 Tratándose de justicia, no favorecerás ni siquiera al pobre.
4 Cuando encuentres perdido el buey o el burro de tu enemigo, se lo llevarás.
5 Si ves caído con la carga al burro del que te quiere mal, no pases de largo, sino ayúdalo a levantarlo.
6 No tuerzas el derecho del pobre en su pleito.
7 Aléjate de la mentira. No harás morir al inocente ni al justo, porque yo no perdonaré al culpable.
8 No aceptarás soborno, porque los regalos ciegan a los que veían y tuercen la sentencia del que era justo.
9 No opriman a los extranjeros, pues ustedes saben lo que es ser extranjero. Lo fueron ustedes en la tierra de Egipto.
10 Seis años sembrarás tus campos y sacarás sus frutos; 11 al séptimo no los cultivarás y los dejarás descansar. Los pobres de tu pueblo comerán lo que encuentren allí, y si sobra algo, lo comerán los animales del campo. Harás lo mismo con tu viña y tu olivar.
12 Seis días trabajarás, y al séptimo descansarás; tu buey y tu burro reposarán, y el hijo de tu esclava podrá respirar, tal como el extranjero.
13 Cumplan todas estas cosas que les he dicho. No invoquen a dioses extranjeros, ni siquiera los nombren.
14 Tres veces al año me celebrarán con una fiesta:
15 La celebración de la fiesta de los Ázimos será de siete días. Comerás panes sin levadura, como te tengo mandado, en el mes de Aviv (de la primavera), el mes en que saliste de Egipto. Ustedes no se presentarán delante de mí con las manos vacías.
16 Luego celebrarás la fiesta de la siega de las primicias de tu trabajo, de todo aquello que hayas sembrado en el campo. Luego la fiesta de la recolección a fin de año, cuando recoges todos los frutos del campo.
17 Con eso, todos tus varones se presentarán tres veces al año delante de Yavé, tu Señor. 18 No ofrecerás con pan fermentado la sangre de mis víctimas, ni guardarás hasta el día siguiente su grasa. 19 Llevarás a la casa de Yavé los primeros y mejores frutos de tus tierras. No cocerás el cordero en la leche de su madre.
20 Ya estoy enviando a mi Ángel delante de ti para que te proteja en el viaje, hasta introducirte en el lugar que te he preparado. 21 Anda derecho en su presencia y hazle caso: no le seas rebelde. Sepas que no perdonará tus faltas, pues en él está mi Nombre.
22 Si le escuchas y haces todo lo que yo te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios. 23 Mi Ángel irá delante de ti y te introducirá en el país del amorreo, del heteo, del fereceo, del cananeo, del jeveo y del jebuseo, a los cuales yo exterminaré.
24 No adorarás a sus dioses; no los servirás ni harás lo que allá se hace; antes bien destruirás sus dioses y harás pedazos sus estatuas.
25 Ustedes sólo servirán a Yavé, y yo bendeciré tu pan y tu agua, y apartaré de ti todas las enfermedades. 26 No habrá en tu país mujer que aborte o sea estéril; y prolongaré los días de tu vida. 27 Sembraré el terror delante de ti y exterminaré todos los pueblos del país en que tú entrarás; haré que todos tus enemigos huyan ante ti.
28 Enviaré avispas delante de ti que harán huir de tu presencia al jeveo, al cananeo y al heteo. 29 Pero no los echaré a todos en un año, no sea que la tierra quede desierta y se multipliquen las fieras en perjuicio de ustedes. 30 Los expulsaré poco a poco, mientras te hagas fuerte y te apoderes de la tierra. 31 Fijaré tus fronteras desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos (Mediterráneo) y desde el desierto hasta el río Éufrates. Pondré en tus manos a los que ocupan el país y tú los echarás fuera.
32 No hagas pacto alguno ni con ellos ni con sus dioses. 33 No habitarán en tu tierra, no sea que te lleven a servir sus dioses y a pecar contra mí: eso sería tu ruina.
24
1 A Moisés, entonces, Dios le dijo: «Sube donde Yavé, tú, Aarón, Nadab y Abihú, con setenta de los ancianos de Israel. Ellos adorarán desde lejos, 2 y Moisés se acercará solo a Yavé; ellos no se acercarán, y tampoco el pueblo subirá con ellos.»
Conclusión de la Alianza
3 Moisés bajó del monte y contó al pueblo todas estas palabras de Yavé y todas sus leyes. Contestaron de una sola voz: «Nosotros cumpliremos con todo lo que Yavé ha dicho.» 4 Y Moisés puso por escrito todas las palabras de Yavé. Al despuntar el día, Moisés levantó un altar al pie del monte y, al lado del altar, doce piedras por las doce tribus de Israel. 5 Luego mandó algunos jóvenes para que ofrecieran víctimas consumidas por el fuego y sacrificaran novillos como sacrificios de comunión.
6 Moisés tomó la mitad de la sangre y la echó en vasijas; con la otra mitad roció el altar. 7 Después tomó el libro de la Alianza y lo leyó en presencia del pueblo. Respondieron: «Obedeceremos a Yavé y haremos todo lo que él pide.» 8 Entonces Moisés tomó la sangre con la que roció el pueblo, diciendo: «Esta es la sangre de la Alianza que Yavé ha hecho con ustedes, conforme a todos estos compromisos.»
9 Moisés subió con Aarón, Nadab y Abihú, y setenta de los ancianos de Israel. 10 Contemplaron al Dios de Israel. Debajo de sus pies había algo parecido a un pavimento de zafiro transparente y tan esplendoroso como el mismo cielo. 11 Dios no dejó que su poder aplastara a los que había elegido, sino que vieron a Dios; luego comieron y bebieron.
Dios da las Tablas de la ley
12 Yavé dijo a Moisés: «Sube a lo más alto del monte y detente allí. Yo te daré unas tablas de piedra con la enseñanza y los mandamientos que tengo escritos en ellas, a fin de que los enseñes al pueblo.»
13 Partió, pues, Moisés con Josué, su ayudante, y ascendió el monte de Dios. 14 Había dicho a los ancianos: «Aguarden aquí hasta que regresemos. Ahí quedan con ustedes Aarón y Jur, de manera que si se presenta alguna dificultad recurran a ellos.»
15 Moisés, pues, subió al monte, al que cubrió en seguida una nube. 16 La Gloria de Yavé estaba bajando sobre el Sinaí, y la nube lo envolvió durante seis días. Al séptimo día, El llamó a Moisés de en medio de la nube.
17 La Gloria de Yavé estaba en la cumbre del monte y los hijos de Israel la veían semejante a un fuego ardiente; 18 Moisés entró en la nube mientras subía al monte.
Moisés permaneció en el monte cuarenta días y cuarenta noches.
25
SEGUNDA PARTE: LA MORADA EN EL DESIERTO
A. LA PREPARACIÓN
1 Yavé habló a Moisés para decirle: 2 «Pide a los israelitas que recojan lo que me van a ofrecer; lo recibirán de toda persona a quien su corazón generoso sugiera ofrecérmelo.
3 Esto es lo que podrán recoger: oro, plata y cobre; 4 ropas de color jacinto, morado y rojo; lino fino y pelos de cabra; 5 pieles de carnero teñidas de rojo y pieles moradas; madera de acacia 6 y aceite para el lucero y aromas para el óleo de la unción y perfumes de buen olor; 7 piedras de ónice y piedras de engaste para adornar el Efod y el Pectoral. 8 Me van a hacer un santuario para que yo habite en medio de ellos, 9 y lo harán, como también todas las cosas necesarias para mi culto, según el modelo que yo te enseñaré.
El Arca
10 Harás un Arca de madera de acacia, de dos codos y medio de largo, codo y medio de ancho y otro codo y medio de alto. 11 La revestirás de oro fino por dentro y por fuera y labrarás una cornisa de oro alrededor. 12 Le pondrás cuatro anillos, uno en cada ángulo del Arca, dos a un lado y dos al otro. 13 Harás también unas varas de madera de acacia y las cubrirás igualmente con oro. 14 Las pasarás por los anillos que están a los lados del Arca para llevarla. 15 Estas varas estarán siempre metidas en los anillos y no se sacarán de ellos. 16 En el Arca pondrás el Testimonio que yo te daré. 17 Le harás una cubierta, el “Lugar del Perdón”, de oro puro, de dos codos y medio de largo y codo y medio de ancho. 18 Asimismo, harás dos querubines de oro macizo, y los pondrás en las extremidades de la cubierta. 19 Pondrás un querubín a una extremidad, y el otro en la otra; formarán un solo cuerpo con la cubierta, a sus dos lados. 20 Los querubines extenderán sus alas hacia arriba y sus alas cubrirán el Lugar del Perdón. Estarán de frente el uno al otro y sus caras mirarán hacia el Lugar del Perdón. Lo pondrás sobre el Arca, 21 y pondrás dentro de ella el Testimonio que yo te daré.
22 Allí me encontraré contigo para darte mis órdenes referentes a los hijos de Israel. Te hablaré de encima del Lugar del Perdón, de en medio de los dos querubines puestos sobre el Arca del Testimonio.
La mesa y el candelabro
23 Harás también una mesa de madera de acacia, de dos codos de largo, uno de ancho y uno y medio de alto. 24 La cubrirás de oro puro y le pondrás alrededor una moldura de oro. 25 Le harás un borde de cuatro dedos de alto con una moldura de oro. 26 Formarás, también, cuatro anillos de oro y los pondrás en las cuatro esquinas de la mesa, uno para cada pata. 27 Los anillos estarán debajo de la cornisa y en ellos se colocarán las varas para el transporte de la mesa. 28 Harás estas varas de madera de acacia cubierta de oro y servirán para transportar la mesa.
29 Harás también de oro las fuentes, los vasos, los jarros y las tazas para las ofrendas líquidas. 30 Y sobre la mesa tendrás siempre puestos ante mi presencia los panes de la ofrenda.
31 Labrarás igualmente un candelabro de oro puro. Su pie y su tallo serán de oro macizo; sus capullos y flores formarán cuerpo con él. 32 Saldrán seis brazos de sus lados: tres de uno y tres del otro. 33 Cada brazo tendrá tres cálices en forma de almendro, con capullo y flor. 34 En el mismo candelabro habrá cuatro cálices en forma de flor de almendro con capullos y flores; 35 un capullo debajo de los dos primeros brazos que forman cuerpo con el candelabro; otro, debajo de los siguientes, y un tercero debajo de los dos últimos brazos: seis brazos saldrán del candelabro. 36 Los capullos y los brazos formarán un cuerpo con el candelabro: todo ello será de oro puro macizo. 37 Harás siete lámparas que colocarás encima, de manera que den luz al frente. 38 Sus despabiladeras y ceniceros serán de oro puro. 39 Se empleará un talento de oro para hacer el candelabro con todos estos utensilios.
40 Cuida, pues, de hacerlo todo conforme al modelo que te he enseñado en el monte.
26
La Morada
1 La Morada tendrá que ser hecha de diez cortinas de lino fino de color jacinto morado y rojo, adornadas con querubines. 2 Cada cortina tendrá catorce metros de largo y dos de ancho. Todas serán de una misma medida. 3 Cinco cortinas se unirán entre sí, y lo mismo las otras cinco. 4 Pondrás lazos de color morado en los lados y extremos de cada conjunto, para que puedan unirse uno con otro. 5 Cada conjunto tendrá por ambas partes cincuenta lazos, dispuestos de tal modo que uno corresponda a otro y se puedan ajustar entre sí. 6 Harás asimismo cincuenta broches de oro, con los que se han de trabar los dos conjuntos, de manera que formen una sola tienda.
7 También harás una cubierta de pelo de cabra para cubrir la Morada. Habrá once piezas, 8 cada una de ellas tendrá quince metros de largo y dos de ancho. Todas serán de la misma medida. 9 Reunirás las cinco primeras, y lo mismo las otras seis, de modo que la sexta se doble por delante de la entrada. 10 Harás también en la orilla de cada pieza de la cubierta cincuenta presillas, para que se pueda unir con la anterior, y cincuenta presillas en la otra orilla para unirla a la siguiente. 11 Harás asimismo cincuenta hebillas de bronce, mediante las cuales se traben las presillas para que se forme un solo toldo. 12 Sobrará la mitad de una de las cubiertas que sirven para toldo: dejarás caer esta mitad sobre la parte posterior y anterior de la Morada. 13 El medio metro que sobre en el largo de estas piezas caerá sobre los lados de la Morada para protegerla.
14 Harás también otra cubierta de pieles de carnero teñidas de rojo para cubrir la Morada, y sobre ésta pondrás otra cubierta de cuero fino.
15 Harás asimismo tablones de madera de acacia para la Morada, cada uno de los cuales estará derecho; 16 tendrá cinco metros de largo y setenta y cinco centímetros de ancho. 17 En un lado de cada tablón se harán dos muescas para encajar un tablón con otro, y de este modo se dispondrán todos los tablones. 18 Veinte de éstos se pondrán en el lado meridional, 19 para los cuales harás cuarenta basas de plata, de suerte que dos basas sustenten los dos ángulos de cada tablón. 20 En la misma forma se pondrán veinte tablones al otro lado de la Morada que mira al norte, 21 los cuales tendrán cuarenta basas de plata: dos basas debajo de cada tablón. 22 Harás seis tablones para la parte occidental de la Morada. 23 Harás otros dos que se fijarán en las esquinas, a la espalda de la Morada, 24 donde estarán trabados de abajo arriba a la altura de la primera argolla; esto se hará para las dos esquinas. 25 Así serán en total ocho tablones con sus basas de plata, o sea dieciséis basas de plata, dos basas por cada tablón. 26 También harás travesaños de madera de acacia, cinco travesaños para los tablones del primer lado de la Morada, 27 y otros cinco para los tablones del otro lado; y además, cinco travesaños para los tablones de la parte atrás de la Morada, al occidente. 28 El travesaño atravesará los tablones de un extremo a otro. 29 Cubrirás de oro los tablones y los travesaños y harás para ellos argollas de oro, por las cuales pasarán los travesaños.
30 Así construirás la Morada, conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.
31 Para el velo necesitarás lino fino retorcido color jacinto, púrpura, y de grana dos veces teñida, decorada en hermosa tapicería de querubines. 32 Lo colgarás ante cuatro columnas de madera de acacia, que estarán cubiertas de oro y tendrán ganchos de oro. Las columnas serán puestas sobre pedestales de plata. El velo quedará pendiente por medio de sortijas, y detrás de él pondrás el arca del Testimonio. 33 El velo servirá para separar el Lugar Santo del Lugar Santísimo.
34 Pondrás también el “Lugar del Perdón” sobre el arca del Testimonio en el Lugar Santísimo. 35 Fuera del velo pondrás la mesa de los panes, y enfrente de la mesa, el candelabro. Estará en el lado meridional de la Morada, mientras que la mesa estará en la parte septentrional.
36 Harás una cortina para la entrada de la Morada. Será de lino fino color jacinto, y púrpura, de grana dos veces teñida, con labores de tapicería. 37 Luego harás cinco columnas de madera de acacia, de las que cuelgue esta cortina. Serán cubiertas con láminas de oro y puestas sobre basas de bronce.
27
El altar para los sacrificios totalmente quemados
1 Harás también un altar de madera de acacia, que tendrá dos metros y medio de largo y otros tantos de ancho, esto es, cuadrado, y metro y medio de altura. 2 De sus cuatro esquinas saldrán cuatro cuernos que harán un cuerpo con él, y los cubrirás con láminas de bronce. 3 Para el servicio del altar fabricarás unas calderas donde recoger las cenizas, tenazas, tridentes y braseros. Todos estos utensilios serán de bronce. 4 Harás también un enrejado de bronce en forma de red en cuyos cuatro ángulos habrá cuatro anillos de bronce, 5 y lo pondrás debajo del plano o fogón del altar: este enrejado llegará hasta el medio del altar. 6 Harás también dos varas de madera de acacia cubiertas con láminas de bronce para transportar el altar: 7 las meterás por los anillos a los lados del altar cuando haya que transportarlo. 8 Harás el altar con paneles huecos de madera como te lo he mostrado en el monte.
9 Dispondrás un atrio en torno a la Morada. Por el lado sur será cerrado por cortinas de lino fino de un largo de cincuenta metros. 10 Colgarán de veinte columnas con otras tantas basas de bronce, cuyos ganchos y varillas serán de plata. 11 Harás lo mismo para el lado del norte. Las cortinas tendrán cincuenta metros de largo; las veinte columnas con sus veinte basas serán de bronce, pero los ganchos y las varillas serán de plata. 12 Por el lado del mar, esto es al oeste, lo ancho, unas cortinas de veinticinco metros marcarán su anchura; habrá diez columnas con otras tantas basas. 13 La anchura del atrio será también de veinticinco metros al oriente. 14 A un lado de la entrada se pondrán cortinas de siete metros y medio, con tres columnas y otras tantas basas. 15 Lo mismo al otro lado de la entrada. 16 Ante la entrada del atrio se pondrá una cortina de diez metros hecha de lino fino retorcido y bordado de color jacinto, púrpura y de grana dos veces teñida. Se sostendrá en cuatro columnas con otras tantas basas.
17 Todas las columnas que cercan el atrio llevarán varillas de plata, con ganchos de plata y basas de bronce. 18 El atrio tendrá una extensión de cincuenta metros de largo por veinticinco de ancho. La altura de las cortinas será de dos metros y medio; se harán de lino fino retorcido y tendrán basas de bronce. 19 Todos los utensilios de la Morada, para cualquier uso, serán de bronce, y lo mismo las estacas, tanto de la misma Morada como del atrio.
20 Da orden a los hijos de Israel que te traigan aceite de oliva puro y exprimido en mortero para las lámparas, de tal manera que nunca se apague la luz. 21 Aarón y sus hijos dispondrán esta lámpara en la Tienda del Testimonio, fuera del velo que está pendiente delante del Testimonio, 22 y estará ardiendo en presencia de Yavé desde la mañana hasta la tarde. Será esto un rito perpetuo para los hijos de Israel.
INTRODUCCIÓN A LEVÍTICO
Éxodo es la salida de Egipto, que en la Biblia es la gran hazaña de Dios: la salida del país de la esclavitud en camino hacia la tierra prometida. Dios libera a su pueblo «con gran poder, mano fuerte y brazo extendido», abriéndole un camino en el mar.
El Éxodo es como el corazón del Antiguo Testamento y le da su significado específico al presentar a Dios liberando a los hombres. Este libro ha dado a la religión judía, y después también a la fe cristiana, esa primera orientación que las hizo diferentes de todas las demás. Dios no viene principalmente para exigir que se le respete o para trazar caminos espirituales, sino para escoger, preparar y guiar a un pueblo a través del cual actuará en el corazón de la historia humana.
Los Evangelios primero y los cristianos después reconocerán en Jesús al nuevo Moisés de una nueva partida, y buscarán en este libro las figuras de todo lo que se vive en la Iglesia. ¿El paso del mar? Es el bautismo. ¿La roca de la que mana la fuente? Es Cristo. Y la alianza del Sinaí prepara la Nueva Alianza.
Pero no por eso debemos olvidar el punto de partida. El Éxodo es ante todo la liberación de los esclavos y la elección del pueblo de Israel. Es una liberación auténtica que alcanza a toda la realidad humana, individual y social: Dios libera a los que quiere tomar para sí, y la libertad cristiana estará muy lejos de lo que la cultura occidental entiende con esta palabra.
El Éxodo y la historia
Los relatos del Éxodo abundan en hermosas historias que quedan muy lejos de lo que habríamos contemplado si hubiéramos estado allí presentes. Ante las escenas grandiosas que en él se pintan, nos gustaría saber qué puede decir realmente la historia al respecto.
Todo se enmarca alrededor del año 1240 antes de Cristo, unos cinco siglos después de Abrahán. En el siglo XV antes de Cristo los egipcios habían sido derrotados por invasores venidos de Canaán, pues habían permitido que gran cantidad de nómadas del desierto entraran y se establecieran en el país (ver la historia de José). Al restablecer los egipcios sus propios reyes, esos nómadas son tratados con muy poca consideración y muchos de ellos tienen que huir para evitar impuestos o trabajos forzados. Unos son expulsados (como en Éx 12,31), otros se fugan aprovechando la noche (como en 12,38).
En este contexto se desarrollan los acontecimientos del Éxodo. Uno de estos grupos, perseguido por un destacamento de carros egipcios, es protegido por una intervención extraordinaria de Dios: los israelitas vieron a los egipcios muertos a la orilla del mar (14,30). Un profeta, Moisés, guía de estos fugitivos, interpretó para ellos el acontecimiento: Yavé, único Dios, los había escogido para que fueran su pueblo. Moisés y los suyos permanecieron bastante tiempo en los oasis del Sinaí, y allí Moisés les dio la Ley de Yavé.
El libro del Éxodo
Esta historia está en el Éxodo, pero el Éxodo narra también muchas cosas más que no son historia en el sentido moderno de la palabra. Este libro no es la obra de un autor sino más bien el resultado de una larga evolución, y en él se juntan formas muy diversas de entender la historia, propias de aquellos tiempos.
Se encuentra por ejemplo esa clase de historia de la que se habla en el cap. 35 del Génesis y transmitida oralmente en los diversos clanes de nómadas. Así fueron reunidos en una misma familia Moisés, su suegro Jetró, Aarón «hermano de Moisés» y Miriam «la profetisa, hermana de Aarón», y que no eran más que la expresión de los lazos que unían a Moisés con jefes o profetas de otros clanes. Asimismo, se ha identificado el Monte Sinaí con el Monte Horeb y el «Monte de Dios», que probablemente eran lugares sagrados diversos cuyas tradiciones se confundieron.
Muy diferente fue el propósito de los sacerdotes judíos, quienes dieron a este libro su forma definitiva en tiempos del exilio a Babilonia. Al desarrollar las tradiciones antiguas no pretendieron narrar la historia de lo que había sucedido, sino más bien hacer presente la visión que el pueblo de Israel debía mantener de su pasado. De este modo trataban de enseñar a sus contemporáneos cómo ellos mismos tenían que seguir siendo el pueblo de Dios y el fermento de la historia. A esos sacerdotes judíos se debe la presentación de los israelitas como un pueblo inmenso ya formado y organizado que sale armado de Egipto para dirigirse a conquistar la Tierra prometida, que tiene un Santuario incluso en el desierto, con sacerdotes y talleres en los que se fundirá el becerro de oro. Ese pueblo inmenso marcha como un solo hombre, es alimentado con el maná durante cuarenta años, y recibe leyes que tan sólo serán observadas algunos siglos más tarde.
El Dios verdadero del Éxodo
Estamos pues confrontados con dos historias: la científica y la que ha formado la conciencia de Israel y del pueblo cristiano. La primera reconoce que allí Dios ha entrado en la Historia; su acción ha sido muy discreta y en esto descubrimos su pedagogía: Dios es muy paciente. La otra nos enseña quiénes somos y solamente la entenderán bien quienes han acogido a Cristo.
Con todo sería un error oponer la una a la otra, como si todo el relato del Éxodo fuera puro cuento. Bastará leer algunas páginas para entender que no habrían sido escritas y no habrían tenido peso alguno en la conciencia de un pueblo si no fueran verdaderos testimonios. Son el testimonio de quienes estuvieron con Moisés y que sin lugar a duda hicieron experiencias excepcionales. Son el testimonio de quienes las escribieron a lo largo de los siglos, ya fueran sacerdotes o profetas, y que también tuvieron una profunda experiencia del Dios Vivo, el libertador de Israel, y a consecuencia de ella nos transmitieron el fuego del Sinaí.
DFFF